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Anoche, luego de una jornada leyendo y
escribiendo, me alisté para surtirme de películas en Polvos Azules.
En plena Av. México, mientras espero la
custer, avenida más despejada gracias a que no es hora punta, observo a las
chicas que a los cambios de las luces del semáforo se ponen a vender sus cosas,
como chicles en barra, pye de manzana y cafés. Las veo todas las veces que
salgo de noche y cada vez, obvio, que me voy a la Av. México. Hace un tiempo un
pata se expresó con pena de ellas, por lo poco que podrían ganar, pero le hice
ver que su punto de vista estaba hasta las huevas, sin asidero alguno, porque
estas flacas ganan más que esos huevones que las miran con pena y deseo, porque
bien que se las quieren levantar, puesto que si hay algo cierto en estas
flacas, es que de feas no tienen nada, además, la proporcionalidad carnal de
sus cuerpos se ajusta al gusto del hombre peruano promedio, en especial la de una,
la más alzada que vende chicles y cigarros. Ella, al igual que las otras dos,
saben bien lo que el potencial cliente busca de ellas, y para llegar a lo que
buscan, tienen que comprar muchos cicles, cigarrillos, pye de manzanas y cafés,
choferes que anhelan que el cambio de luz se demore más de lo que debe
demorarse.
Una vez en Polvos Azules, me encamino al
stand de Holy. Desde hace un tiempo le compro a ella porque es la única del
Pasaje 18 que se queda hasta tarde. Y entonces, me pongo a revisar los
catálogos de películas, teniendo en mente que debo preguntarle si tiene las
películas que días antes me recomendaron MJ y P. Holy las tiene y seleccionó
diez más del catálogo. Me despido y se me antoja un café. Entonces camino al
Minimarket del grifo de Grau. Primero, me abastezco de cigarros, y después me sirvo un Cappuccino Espresso. Me
quedo en el Minimarket hasta terminar mi café. No puedo caminar y a la vez
beberlo, lo que menos me gusta es caminar con cuidado, sosteniendo un vaso que
en cualquier podría manchar mi mano. Mientras bebo el café, hago algunas llamadas
y respondo todos los mensajes del wsp.
Puedo regresar a casa, pero decido caminar
un poco más. Son las 9 y 30 y la ciudad se me antoja más oscura en su esencia,
como si estuviera conteniendo una furia. El frío despeja las calles y subo por
Carabaylla hasta la Plaza San Martín.
La cruzo hasta el Bolivarcito y entro un
toque.
Pido un trago de la casa.
Reviso detenidamente las películas que
he comprado. Para esto apago el celular, algo que debería hacer más de uno, la
animalización de estos tiempos nos ha hecho perder contacto con la realidad. Me
sirven el trago. Miro la Plaza San Martín, me concentro en sus grupos humanos
que los conozco bien sin conocerlos.
Seguiré bebiendo, pero me percato de la
presencia de “Cachetada Nocturna”, acompañado de tres mujeres, más altas que
él, pero a medida que se acercan a la Colmena, esta mujeres revelan lo que son:
tracas, tracas que endiosan al novelista ganador. Iba a pasarle la voz, pero
preferí no hacerlo.
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