comodín
Cuando más se necesita del apoyo de
todas las fuerzas políticas y de sus respectivas voces de influencia, ocurre el
desplante de quienes tienen toda una vida dedicada al discurso del respeto a la
democracia, que piensan más con el cálculo político que al amparo de las
convicciones. Es decir, piensan con el culo.
Pienso pues en Alfredo Barnechea.
Los lectores del blog saben que en más
de una ocasión me he referido en muy buenos términos a la candidatura
presidencial del ahora hombre fuerte de AP. De lejos, era el más preparado, el
más culto, hasta el más inteligente. Pero de nada sirven estas cualidades si no
se cultiva la mayor de las cualidades, la cualidad humana, con todos los errores
que esta pudiera tener, con todas sus taras, naturales por cierto.
Sin embargo, los años han pasado en vano
por el alma del señor Barnechea. Tengamos en cuenta que él solo perdió la
oportunidad de acceder a un mayor protagonismo en esta contienda electoral. De
a pocos la patanería se hizo presente, esa mierdita que lo hace verse y
asumirse como un ser humano superior, a quien hay que escuchar porque los demás
somos menos. Barnechea obtuvo lo que mereció gracias a esa patanería innata que
más de uno le conocía y que, en lo personal, callé porque creí que sí había
cambiado, aunque sea algo, lo que para él sería mucho.
Hasta el momento, nada. Barnechea cree
que el problema es el modelo económico, demostrando así una pésima lectura de
la actualidad política. Tío, el problema central no es el modelo económico. Es
evidente: el problema mayor es el regreso de una cadena dictatorial que
convertirá al país en un narcoestado. Barnechea lo sabe, pero la soberbia puede
más, esa sensación de canábica en base a orégano que le impide ver las cosas
como son, esa soberbia que lo convierte en lo que no quiere: el zafio que solo
ve su conveniencia, atento a los cambios de viento para ajustarse a ellos. Es
decir, la esencia del comodín.
Contra el fujimorismo no hay término
medio. El apoyo político es importante, sin importar en qué ideología política
te ubiques. Con el silencio de Barnechea, ya sabemos de qué está hecho, de puro
verso sin coherencia.
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