cuestionamiento y defensa
Hace poco más de un año publiqué un
texto sobre un par de antologías de narrativa peruana última. Ese texto no
generó indiferencia (al punto que un títere con complejos de fealdad pidió que
me denuncien por difamación y un huevoncito cuestionó mi legitimidad, cosa que
asumí con gracia y humor porque no me interesa la legitimidad, ya que en esta
vida lo que primero me importa es leer y después, mucho después, escribir, no
ser escritor) y tuvieron que pasar muchos meses para que no me hablarán del
mismo. Al respecto, pedí disculpas públicas a uno de los antólogos, porque se
me pasó la mano en la adjetivación al referirme a él.
Sin embargo, ese artículo iba mucho más
allá de las antologías. Puse de manifiesto lo que sería una relación torcida entre
el Ministerio de Cultura de Cusco y una editorial independiente limeña que se
ha beneficiado con muy buenos contratos de edición. Esta editorial
independiente limeña, como cualquier otra del país, tiene todo el derecho de
buscar los mejores réditos para sus arcas, pero cuando se hacen tratos con
entidades del estado debe primar la transparencia, y la razón es muy sencilla:
no hablamos del dinero de una entidad privada. Entonces, la exigencia por un
proceso limpio no es un capricho, sino un derecho que lo puede exigir cualquier
peruano interesado.
Pero antes de entrar en materia, debo
decir que entre el 2010 y el 2011 estuve viviendo entre Lima y Cusco. O sea,
conocí al detalle esa hermosa ciudad y me extrañaba que una ciudad con el peso
de su tradición histórica y cultural no tuviera una feria internacional del
libro. Por eso, me alegré mucho cuando se anunció el año pasado que Cusco
tendría su primera feria internacional del libro. Y me alegra mucho más que en
estos días esa feria venga celebrando su segunda edición. Construir una
tradición ferial no es nada fácil y esta feria cusqueña no será ajena a las inevitables
dificultades de logística. Durante las siguientes ediciones se limarán los
problemas hasta convertirla en lo que será: en uno de los eventos librescos más
importantes del país.
Por ello, sí me parece muy mezquino que
se cuestione esta feria a razón de detalles menores. Se cuestiona que se ubique
en una cochera y que no haya suficientes escritores cusqueños invitados (como
si fuera la última edición ferial). La verdad, no es más que una pataleta
solucionable, en lo personal no gastaría balas gratuitamente. En este sentido,
el informe de Edwin Cavello (aquí), a quien conozco y aprecio, en Lima Gris, pierde
sentido y dirección a cuenta de una letal mescolanza de críticas que mandan al
almacén el punto central de lo que debería criticarse. Me refiero a una situación
conocida por todos, a esa sospecha razonable sobre lo que se viene cocinando en
las entrañas del Ministerio de Cultura del Cusco con una editorial
independiente limeña que ha sido beneficiada con proyectos editoriales, proyectos
en los que la justa y limpia competencia han brillado por su ausencia.
Lo que pudo ser un serio
cuestionamiento, Cavello lo pierde a causa de la ya señalada mescolanza, por
culpa de una pésima estrategia argumentativa que tiñe de amarillismo su informe.
Y no solo eso, metamorfosea a los supuestos responsables de los malos manejos
en víctimas de la envidia y el rencor.
Viendo las cosas de lejos, sin necesidad
de informarse más allá de lo que depara la red, en la que podemos encontrar más
de cruce de información, información que nos presenta al amiguismo como supremo
ente en las decisiones en ese ministerio cultural. Nos convertimos pues en
involuntarios testigos de las jugadas en pared sin ninguna marca de contención.
A saber, el grupo musical de uno de los integrantes de este ministerio gana un
concurso de cortometrajes, cuando lo normal es que toda persona ligada a una
institución estatal no debe participar en concurso alguno convocado por la institución
para la que trabaja (así ese videoclip (¿o sea, gana un videoclip un concurso
de cortometrajes?) lo firme otro). Pensemos en premios literarios como el Copé
y el BCR, en estos no pueden concursar las personas ligadas directa o
indirectamente a estas instituciones del estado.
Me pregunto: ¿hay algo ilegal en que el grupo
musical de uno de los integrantes del Ministerio de Cusco gane un concurso
patrocinado por este mismo ministerio? No, no hay nada ilegal porque, imagino,
no está señalado en las bases. Pero lo que sí hay es una descarada falta de
ética, o si gustas, querido lector, llámalo también pendejada.
Lo que sí debe investigarse es el tema
del que muchos hablan y del que pocos se atreven a exigir procesos claros: los
contratos editoriales. Eso. “Sigue la plata y encontrarás a los corruptos”,
dice el refrán periodístico. Lamentablemente, existen indicios sobre malos
manejos, coincidencias insultantes, favoritismos…
Cuando el año pasado publiqué el sonado
texto, esa suerte de profecía, en que di aviso sobre estas posibles malas prácticas, más de un escritor e intelectual me buscó para hablarme de las
cualidades humanas de quienes están en el Ministerio de Cultura de Cusco. Los
escuché con atención, porque lo hacían con muy buena intención, sin embargo, la
experiencia me ha enseñado en que no basta con ser una buena persona, sino hay
que parecerlo, y más aún cuando de ti depende (firma de por medio) la
administración de dinero cuyo fin es la promoción cultural. No me hago paltas,
ni me pierdo en interpretaciones discursivas: trabajar para un ministerio del
estado debe ser asumido como un servicio, no como autoservicio.
Por eso, lo mejor que podrían hacer estas
personas del Ministerio de Cultura de Cusco, en lugar de sublimar la práctica
peruana de la victimización, es presentar sus descargos (hablamos de ética y decencia), con pruebas que
expliquen lo que importa: bajo qué criterios llevan a cabo los contratos editoriales (podría ser en Lima Gris, en el Fan Page del Ministerio, en cualquier soporte, menos en sus cuentas de Face).
Ahora, y para acabar de una vez, si algo les puedo aconsejar a Luis, Jorge y Aleyda, es lo siguiente
(apunten en el cuaderno Loro o en el Iphone): la legitimidad no se gana siendo
pata y buena onda, la legitimidad se gana siendo y pareciendo eficiente en lo
que haces, o sea, con un trabajo libre de cuestionamientos.
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