sábado, octubre 08, 2016

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El tráfico puede ser todo lo infernal que nos parezca, pero lo de anoche superó toda expectativa de hastío y desesperación. No tuve edición de EVL, pero sí la presentación del nuevo libro del narrador arequipeño Orlando Mazeyra, Bitácora del último de los veleros, que tampoco pudo contra el tráfico y llegó tarde, pero la espera valió la pena. Los lectores fueron fieles y la presentación no pudo ser mejor.
Al finalizar la presentación, me quedé hablando con Christian Reynoso, el otro presentador de la noche, sobre lo que se vienen en publicaciones en los próximos meses. Y por su parte, Orlando no se cansaba de firmar ejemplares, algo que me alegró, puesto que se trata de un narrador que ha ido ganando su posicionamiento a pulso de legitimidad. No diré nada más al respecto, porque en los próximos días escribiré de esta última entrega, aunque antes de que acabara la presentación, Orlando sacó otro libro, recién caliente. Veremos que tal. 
Por un momento, barajé la posibilidad de ir a comer, meterme algo de veneno en algún restaurante o pollería del centro, pero no era más que un antojo, que como tal, gozaba de una descomunal gratuidad. Entonces decidí parar un taxi, llegar a casa y terminar un texto que me tiene a mil por hora, texto que espero poder acabar el día de hoy, empresa que me tendrá encerrado casi todo el día. Pero antes de parar un taxi, ubicado donde estaba, en la intersección de Colmena con Quilca, a metros del Cine Colón, una pareja de artistas, con una marioneta, cantaban una canción cuya melodía conocía, o mejor dicho, que conocían todos los que pasaban cerca de ellos. Me acerqué a ver lo que fue un espectáculo poético y mágico. Esta pareja cantaba el “Himno nacional” en quechua, en melodía que hizo a un lado el ruido de la festividad nocturna de un viernes céntrico y nocturno. Cómo no aplaudirlos, pues.

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