viernes, noviembre 04, 2016

escritura y actitud: rh (1941 - 2016)

Cada vez que me preguntaban por mis cinco poetas peruanos preferidos, el nombre de Rodolfo Hinostroza aparecía en ese quinteto, que bajo la preferencia personal, exhibía todos los vicios y caprichos, más su entendible cuota de injusticia. Quienes escuchaban mi respuesta no demoraban nada en mostrarme sus reparos, puesto que la tradición poética peruana es sumamente rica en poetas, tradición de la que podríamos hacer divisiones y subdivisiones, en la que podemos encontrar nombres más que atendibles en cada una de ellas. Los ánimos se calmaban cuando apelaba a la estrategia discursiva y decía que Hinostroza podría estar entre mis diez poetas peruanos preferidos. Pero no, yo la tenía muy clara, a Hinostroza lo tenía entre mis cinco vates de recurrencia.
Lo dicho nos puede ofrecer una idea del grado de referencialidad no solo sobre la poesía de Hinostroza, sino también de su actitud hacia la poesía y la vida. Sobre lo primero, no hay duda de que hablamos de un poeta medular para la poesía peruana del Siglo XX. Nos resultaría imposible entenderla si no tenemos en cuenta la herencia discursiva proveniente de Consejero del lobo (1965) y Contra Natura (1971), sendero discursivo presente en muchísimos proyectos poéticos desde entonces en la poesía peruana, del que por más que más de uno haya querido ser ajeno (infaltables poserías a granel), no ha podido, puesto que la poesía de Hinostroza no solo era verbo, había pues en ella un componente, un fulgor, que viajaba entre líneas, que generaba adicción en los lectores.
Esta adicción por su poesía también se manifestaba en la actitud de vida del poeta. Sé de muchos que llegaron a conocerlo y en la mayoría de sus testimonios no encuentro opiniones e impresiones uniformes, salvo en la calidad de su poesía. Ese desenfado por la vida Hinostroza lo plasmó desde sus inicios en el discurso poético ácido, reflexivo y festivo en contextos (como la política de los años sesenta, a saber) en los que pesaba más la solemnidad y la denuncia. En este sentido, no me sorprende para nada que no solo poetas jóvenes y con trayectoria se hayan sentido atraídos por su actitud desenfadada, pero no hablamos de una actitud que yacía solamente en la postura, de la que más de uno sintió su embestida verbal, sino en una constante indagación temática que lo llevó a desarrollar un abierto nivel intelectual, y que en lugar de sentirse fijo en el canon de la poesía peruana, lo llevó a seguir produciendo y experimentando registros en la parcela de la escritura. Este es pues el verdadero legado de Hinostroza: persistir en la escritura y honrarla con la actitud.

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Publicado en El Virrey de Lima

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