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Me despierto despejado y programo en
Spotify un temón de Radiohead, “No Surprises”, que me basta para sentir que mi
pecho es una pista, una pista en el que tiene lugar la manifestación de un
endiablado ballet. Pienso avanzar la lectura del libro de Thompson, pero lo
haré en las siguientes horas, porque antes, debo concluir la edición del cuento
de un joven narrador que publicaré en Sur Blog, y también un ensayo sobre uno
de los escritores franceses más controversiales de las últimas décadas.
Para mi buena suerte, y si algo bueno
trae el mes de diciembre, es que me ensimismo más y trato de evitar a todas las
personas posibles, ni hablar del tráfico de la ciudad, que se vuelve no menos
que enfermizo y espantoso, representándome una prueba de paciencia, y no hay
prueba peor, para mí, que las pruebas en las que brota tu ansiedad. Por eso, lo
mejor es salir lo menos posible, solo mantener el contacto con las personas que
realmente importan, es decir, sumar a ti mismo.
Termino de preparar mi primera taza de
café. Mientras lo hago, pienso en cómo haré lo que tengo que hacer en las
próximas horas: lavar los colmillos de Onur.
Ayer compré, en una veterinaria, cepillo
y pasta dental para canes. Pero no sé cómo lavar los colmillos de un perro,
busco entonces en Youtube algunas indicaciones. Igual, mi carácter nervioso me
libra de una actividad en la que el pulso resulta esencial. Debo practicar o
ver cómo otros practican. No lo pienso mucho, llamo a “Cachetada Nocturna” y “Frejolada”
Arnao, que están juntos caminando por La Colmena a la busca de tracas (pero es
mediodía), a quienes les explico lo que tienen que hacer. Ambos me dicen que
sí, que vendrán a casa y que harán una puesta en escena de cómo lavar los
colmillos a un perro, y pienso pues en el juego de roles, quién será quién, si “Cachetada”
el amo o “Frejolada” la mascota, o viceversa. Aunque es una pérdida de tiempo,
porque “Cachetada Nocturna” y “Frejolada” Arnao son prácticamente lo mismo.
Pero antes de colgar, “Cachetada” me
hace una consulta, muy a su estilo: “¿es cierto que me caché al canon literario
peruano con mi Copé de Novela?” Así es, esa era la pregunta de “Cachetada”,
pregunta que arrojaba una respuesta inmediata por su obviedad, pregunta que
bien podría ser la metáfora de la sarta de payasadas y bajezas que hace a
nombre del Copé. Un Copé mal otorgado, un Copé que en términos literarios no se
justifica. Si “Cachetada” piensa que se ha cachado al canon literario peruano
con su novela, pues tendría que pensar bien su slogan de difusión, puesto que
novelas como la suya son las que necesita el canon para fortalecer sus espesas
y grasosas aguas estancadas. “No, “Cachetada”, es el canon el que te ha cachado”,
le digo.
“Cachetada Nocturna” no lo puede creer,
y no entiendo lo que me dice, a lo mejor alguna amenaza, pero hago el esfuerzo
por entender, pero por más que intento no entiendo nada, ahora escucho que “Frejolada”
Arnao lo anima con una buena porción de frejoles con lonjas de chancho…
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