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Mientras me dirijo a la cocina, Onur me
persigue, cada cuatro pasos y medio da un salto, sin duda, el falso pekinés me
está pidiendo su desayuno, puesto que la hora del mismo, no tiene que ser la
hora en que yo tome el mío. Entonces, Onur se convierte en prioridad en esta
mañana gris, pero húmeda, y sumamente tibia.
Una vez que el perro colma su hambre, me
preparo una taza de café y licuó las frutas que me han dejado. En Spotify ubico
el último álbum de los Rolling Stones, Blue
& Lonesome, y al parecer, en lo que poco que voy escuchando, la banda
inglesa regresa a la esencia de sus orígenes musicales, pero sé también que es
muy pronto para decir algo al respecto, algo contundente.
Prendo la Laptop y hago una anotación en
mi cuaderno de una película que volví a ver anoche, Super Cool/Superbad de Greg Mottola.
Si hacemos una encuesta al paso sobre
esta película, más de uno me dirá que es una película muy divertida, pero esa
valoración no es más que un eufemismo de lo que no se quiere decir, porque no
solo los conocedores son infectados por la posería, también los cinemeros.
Existe pues un pudor que nos impide dictaminar su valor, que no es más que la
parodia de nuestra adolescencia, al menos yo sí me siento identificado en esas
largas noches de juerga adolescente en las que recorría toda la ciudad por el
trago idóneo que me justificara ante las flacas que me interesaban en un tono.
En este sentido, las poserías no van
conmigo, Super Cool es una obra maestra
que nos ayudara a entender y valorar más a esa generación noventera que sí
tiene mucho más que decir, ya sea de su antecesora y de las que la siguen, una
generación muy privilegiada en términos creativos, en cuanto a su contexto
inmediato.
Comienzo a revisar mis correos e Inbox
de Facebook. En uno de ellos me dicen que han recibido mi reseña de Cuba Stone y que la publican este lunes.
DK me manda una foto de su almuerzo de ayer, esa es la costumbre que viene
exhibiendo este Zepita, me adjunta las fotos de sus almuerzos, entonces decido
desahuevarlo, porque esos platos no generan la más mínima provocación
culinaria, eso ocurre cuando crees que la comida peruana pasa por los programas
de cocina de Plus TV.
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