martes, diciembre 06, 2016

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En estos dos días he estado por Barranco, pero han sido días extraños porque me he cruzado con personas a las que, en situaciones normales, evitas, sin más y sin cargo de culpa. Por eso, cuando vi a “Chancho infame” en dirección a La Espiga, tuve la secreta esperanza de que no entraría a ese café, mi punto de encuentro y reflexión cuando voy a Barranco. “Chancho infame”, un pésimo poeta y argollero por excelencia, tiene un deporte favorito: hablar mal de mí, con mayor razón cuando sus alumnos de la San Marcos no dejan de mostrarme su buena onda y consideración. “Chancho infame” me desprecia y en parte es muy bueno que te desprecie gente como él, que en materia literaria goza de lo que merece y que humanamente tiene lo que ha construído: la lástima de sus amigos.
Pero lo que sí no estaba dispuesto a tolerar de “Chancho infame” era que se apodere del espacio, quizá el único en ese distrito, en el que me siento cómodo, con mayor razón cuando había llegado más temprano de lo debido a una reunión. Me detuve un rato, a ver si este ser amorfo, colorado y con barba, no terminaba seducido por las butifarras de La Espiga. Felizmente, no se quedó y siguió avanzando, seguramente en dirección a la pollería más cercana.
Entré a La espiga y pedí un espresso y un pastel de pasto, tal y como suelo llamar al pastel de acelga. Mientras esperaba mi pedido, puse sobre la mesa una novela que se me antoja atractiva, que me significará un viaje a los años sesenta y setenta, una novela de la que he escuchado buenos comentarios. Las chicas de Emma Cline.
Me sumergí en esas páginas, con la idea de que el tiempo se detuviera. Si la reunión no se realizaba no era el problema, el problema era el tráfico, que en estas épocas del año se torna por demás insoportable, entonces debía esperar a que este se ponga decente en un lugar en el que pudiera leer, y si lo hacía comiendo o bebiendo algo, pues tanto mejor.
Cuando iba por la página 40, me llaman y me dicen que la reunión se iba a realizar y que me estaban esperando. Llamo al mozo y pago mi consumo y salgo del café. Sin embargo, para mi mala suerte, me cruzo con “Chancho infame”.
Nuestras miradas se cruzan, pero dejo que siga su camino, porque se le veía apurado, y como lo supe minutos después, se dirigía con desesperación a una sanguchería, desesperado por un acto de canibalismo, es decir, su pan con chancho. 
Para seguir evitando estos cruces, decidí cambiar de acera y crucé la pista. Mantenerme alejado de ese tipo era lo mejor que le podía pasar a él. Prendo mi celular y busco en Spotify un álbum de 1993 de Billy Joel, el River of Dreams, que aparte de la canción homónima, sin duda una de mis favoritas, tiene un par de canciones más que bien valdría la pena escuchar: “A Minor Variation” y “No Man´s Land”. Esas tres canciones lo valen, no importa mucho la irregularidad de este trabajo.

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