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Domingo de sol en el que me levanto
temprano, porque los domingos suelo despertarme tarde y levantarme aún más
tarde. Quiebro entonces la costumbre y antes de sentarme a editar, reviso un toque
mis cuentas, las de Face, Twitter e Instagram. Principalmente la de Face,
porque nunca falta uno que otro mensaje importante, que ese solo hecho me
impide desactivarla, pero eso no quiere decir que no sea adepto de las redes, a
saber, me he vuelto un usuario muy responsable del Instagram, pero tampoco mi
idea es llenar esa cuenta con Selfies,
sino que lo asumo como un espacio en el que vierto el manifiesto visual de mis obsesiones, porque no
publicaré mis obsesiones en una cuenta de Face. En fin. Termino de revisar las
cuentas y me pongo a leer algunos periódicos, comprobando una vez más la
pobreza del periodismo cultural local.
Entro a la ducha, previas pesas, y no
demoro alistarme para ir donde mi pata Abelardo en Amazonas, que me dejó un
mensaje de texto, avisándome que tenía los libros que le había pedido. Pues
bien, mi idea no solo es ir por los libros, sino también para ver el partido
final entre Cristal y Melgar, cosa que él aún no puede asimilar porque estaba
seguro de que La amarga alegría crema era la que disputaría la (primera) final
del campeonato local.
Una vez listo, salgo, prendo un pucho y
detengo un taxi. Como es domingo, las calles están despejadas y en el trayecto
me es imposible no pensar en cervezas germanas, que no tienen tanto alcohol
como pensaba y que me gustan por ese detalle, por su natural madurez, sin la
plasticidad que signa a las cervezas locales, que te cagan la materia gris
sin que te des cuenta.
Cruzo Barrios Altos, mi taxi pasa por la
canchita de fútbol del Campo ferial de libros Amazonas y le digo al chofer que
me deje en la primera puerta de la canchita. Al bajar me topo con una sorpresa,
veo a dos vendedores de libros del mundo virtual discutiendo: “Frejolada”
Arnao y “Maicelo” Ayala. Por sus gestos airados, están a nada de irse a las
manos. Pero sigo mi camino, no me sorprende para nada esta pelea de meros
comerciantes. Son pues una paródica metáfora de la verdadera cara del mundo del libro en Perú, atestado de comerciantes, salvo excepciones, puesto
que sí hay libreros en todo el sentido de la palabra.
1 Comentarios:
No puedo comprender la monotonía de una cuenta de Instagram repleta de selfies que ocupan todo el encuadre —literalmente todo: no se ve nada más que los marcos de un rostro—; proyectarlo, por otro lado, como un canal para expresar las obsesiones me parece genial, pues es lo que también hago.
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