viernes, diciembre 23, 2016

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La algarabía de los días de fin de año, las calles invadidas, el tráfico en su estado más mierda que nunca, me obligan a refugiarme en mi casa. Ahora sí, viendo más que nunca la vida desde una burbuja, en compañía de mi perro y realizando algunas compras por Internet. Solo salgo en las noches, mientras más tarde, mejor. A saber, anoche me perdí por los laberínticos parques de San Borja, caminé tanto que llegué hasta Surco. En Primavera y Evitamiento entré al Minimarket de un grifo, en donde compré una Peroni y me surtí de cigarros. La ciudad se veía en un inusitado estado de calma, solo un susurro recorría la noche, el susurro quebrado de los claxons.
Paré un taxi y regresé a casa. Me bajé en el cruce de 3 de Febrero con Arriola. Pero allí me tentó la idea de ir al Centro Histórico. ¿Qué de interesante puedes encontrar allí, en la madrugada de un viernes? La gente que conozco debe estar durmiendo y no las voy a despertar por mis desvelos, pero me haría bien caminar por esas calles que no recorro desde hace una semana, exactamente una semana. Prendí un pucho. Esas decisiones se toman en cuestión de segundos, no es más que una batalla contra los impulsos. Entonces me dirigí al Centro Histórico, directo a la Plaza San Martín.
Di un par de vueltas por Carabaylla. La ciudad vacía y una que otra flaca que salía de trabajar de los tragamonedas, caminando rápido, con los hombros elevados y tiesos, y el rostro en dirección a un punto fijo y en diagonal del suelo. A ellas solo les basta llegar a la Plaza San Martín en donde las espera el taxista de turno o el amante que espera porque ama. En el cruce de Emancipación con Jirón de la Unión, prendí otro cigarro. La Peroni bebida en Surco se manifestaba con solvencia y ventaja.
Había que miccionar y no había lugar cercano para hacerlo, es decir, ningún local abierto. La distancia del tragamonedas más cercano era corta, pero insuficiente para el chorro que contenía, entonces, sabiendo que las cámaras de seguridad me grabarían, a riesgo de que me manden una camioneta de Serenazgo, me bajé el cierre del short y regué el arbolito ubicado frente al Ministerio de la Mujer. Mientras orinaba, abría y cerraba los ojos, porque el riego del arbolito estaba durando más tiempo del que normalmente demoro, además, sentía que mi panza bajaba de nivel de gordura, y por un momento tuve miedo, miedo de diluirme en el líquido que salía de mí. Al cabo de cinco minutos, bajé tranquilo por el Jirón de la Unión. Entré al baño de un tragamonedas para lavarme las manos.
Una vez en La Colmena, mis pasos me llevan hacia el único local abierto las 24 horas del día. Un local que ya debe aparecer en la documentación de la narrativa peruana actual. El local que a más de uno le ha repuesto las energías tras una noche de juerga. Así es, Pollos Begui.  
No sé cuál sea el secreto de sus pollos a la brasa. Seguramente el pollo, ¿o las cremas?, ¿las papas fritas?, ¿la ensalada? Me pongo a pensar en ello mientras espero el cuartito de pollo, lo último que hago antes de regresar a casa.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Deseo de corazón que pases una bonita Navidad con tu familia y que el 2017 sea un gran año para ti. Abrazos y cuidate mucho.

2:51 a.m.  

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