martes, marzo 14, 2017

aventura

Meses atrás una amiga me recomendó una serie, The Affair. Sin ser un prodigio de historia, esta producción de Sarah Treem y Hagai Levi ha exhibido los suficientes recursos narrativos para que la vea cuando con una fidelidad a prueba de burdos remilgos de primerizo, con mayor razón cuando en la mitad de su segunda temporada ya le resulta imposible salir de su círculo vicioso temático y discursivo. Tendría que ocurrir un milagro argumental para que esta historia vuelva a levantar vuelo en la tercera temporada.
Como su nombre lo indica, estamos ante una aventura pasional, en la que tenemos al escritor, esposo y padre de cuatro hijos Noah Solloway (Dominic West) y la camarera Alison Lockhart (Ruth Wilson), ambos con problemas en sus respectivas relaciones sentimentales. El primero víctima del aburrimiento y de sus pocas perspectivas como escritor, y la segunda, en duelo por la muerte de su pequeño hijo Gabriel.
Nos encontramos en un pueblo llamado Mountauk en Long Island, adonde Noah y su familia van a pasar las vacaciones de verano en la casa de sus suegros. En este sentido, el encuentro entre un hombre aburrido y una mujer que carga con el dolor está por demás presupuestado en el guion, pero lo que diferencia este encuentro de uno pautado por el melodrama barato es precisamente la estructura que sostiene lo que este encuentro depara. A lo largo de los episodios la narración se parte en las versiones (media hora para cada uno) de Noah y Alison. En principio, sus encuentros vienen signados por el furor de la atracción física, los cuales se manifiestan en rigurosos despliegues hormonales. Pero de a pocos entre ellos nace una dependencia emocional, como también espiritual, que los compromete más allá de sus meros encuentros. Hablamos de una dependencia emocional que atañe, principalmente, a las familias de Noah y Alison.
Gracias a esta estructura The Affair escapa de lo que podría suponer un entuerto pasional. Por medio de los puntos de vista de sus dos protagonistas, la serie aborda otras dimensiones temáticas, como la crisis matrimonial, el salvaje afán de supervivencia comercial, la rebeldía de los hijos adolescentes y para redondear su alcance: la investigación de un asesinato presente desde los primeros episodios de la primera temporada.
Como es de esperarse, la irregularidad discursiva se impone como una férrea marca de agua en las voces conductoras. No existe en la serie un argumento general, sino pequeñas historias, y estas por separado y en conjunto son las que dotan de sentido a la misma. La irregularidad en The Affair es su fuerza central, siendo Alison quien termina imponiéndose como el eje en quien descansa la narración, en ella los personajes, hasta los antagónicos, consiguen su configuración moral, desde el mismo Noah, su esposa Helen, Cole Lockhart (esposo de Alison), hasta el Detective Jefrries…
En más de una ocasión somos testigos de un proyecto que se les va de las manos a los productores. ¿En qué momento cerrar esta aventura y sus consecuencias? Como ya indiqué, las dos versiones que dirigen los avatares de los amantes, resultan no solo llamativos como propuesta narrativa, sino también cumplen la (involuntaria) función de oxigenar y rescatar de los lugares comunes a las historias que nos presentan. 
La serie se justifica en su primera temporada, y es más que suficiente para que uno se convierta en seguidor de la misma. No hay motivo para buscar una posible explicación, esta fulgura en su obviedad: el desencuentro y lazos en común entre Noah y Alison no son más que las metáforas de la condición humana, tanto en su innata incoherencia y en su tácita explosión pasional.

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