hombres que cambiaron
Días atrás terminé El origen de la hidra, de Charlie Becerra. Al respecto, hice una breve
alusión al libro en un post anterior, destacando la valentía del autor para
abordar un tema delicado, como lo es el crimen organizado en el norte del país.
Obviamente, recomiendo su lectura (pese a que las últimas treinta páginas
parecen un texto volteado de la transcripción de una entrevista de Larry King),
en especial para no pocos de nuestros maravillosos escritores locales, a ver si
se animan y van a la caza de historias, sin esperar a que lleguen mediante el
inbox o el wasap.
Entre los personajes que abundan en esta
historia real de sangre, indignación y llanto, llama mi atención Óscar Narro. Un
personaje redondo que Becerra perfila sin que le tiemblen los dedos. Narro pudo
apelar al silencio, pasar de largo cuando se le habló del proyecto, o, en el
peor de los casos, pedir un código para aparecer en la narración. Felizmente no
fue así. Narro tiene confianza en sí mismo, específicamente en la protección
que le brinda su creencia en Dios. En Narro está la sal de este tremendo
trabajo de compromiso e investigación. Los escritores, sin importar que sean de
ficción o no ficción, no siempre encuentran la presencia, o idea de noción, de
un personaje con tantos puntos de desencuentro, con la suficiente resonancia
para calibrar las páginas y elevarlas más allá de lo “bien escrito”, que las
conviertan en candidatas, en principio, a una mediana perdurabilidad.
En mi vida he conocido a dos tipos como
Narro. Ambos tienen ahora una calidad de vida basada en el trabajo y la firme intención
de enmendar a otros criminales por medio del testimonio de vida. Asesinos y
mafiosos que pagaron su deuda con la sociedad, creyentes de Dios y respetados como hombres de bien.
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