subvalorado
Ayer, mientras me encontraba en el LUM a la espera de realizar algunas fotos, a
la espera porque había más gente de la que había supuesto. Como lo que más
detesto es tener la sensación de no hacer nada y estar perdiendo el tiempo, me
puse a leer en calma, mirando al mar y con un café a mi costado, el último
número de la revista Lucerna, que en
su décimo número trae un libro adicional (claro, los números anteriores de la
revista también traían uno, pero el de esta ocasión es otra cosa), la antología
El bosque de las plumas de Li Tai Po.
La impresión queda corta ante la impecable edición realizada por el director de
la revista y editor del sello homónimo, Julio Isla Jiménez.
En principio, me interesaba leer la
entrevista a Jorge Ninapayta, el texto crítico sobre una exposición de
vanguardia surrealista llevado a cabo en Lima en 1935 y las traducciones de
diez poemas de Cummings. Me puse en ello, pero la lectura se vio interrumpida
ante el intempestivo saludo de Juan, un joven lector al que no veía en más de
tres años, y de quien guardo un buen recuerdo. Juan estaba con su enamorada y luego
de las puestas al día de rigor, me contó de la labor social que viene
realizando para una ONG, institución con la siente muy comprometido, cosa que
me alegró porque esa era la sensación que siempre he tenido de Juan, quien
sabiendo que me había interrumpido, siguió visitando las salas de exposición
permanente del museo.
Seguí en la lectura, prestando especial atención
a uno de los conceptos de Ninapayta sobre el cuento. Punto de vista interesante
sobre la intención pedagógica del género, que estoy seguro hará saltar a más de
un sabelotodo. Bien puedo estar o no de acuerdo con Ninapayta, hay pues un
peligro en lo que dice, pero también, y dejando de lado los posibles
desacuerdos, un concepto como este adquiere relevancia gracias a su autoridad,
al reflejo de aquella idea en sus cuentos, la mayoría de ellos dueños de una alta
calidad. Ninapayta es uno de los escritores peruanos más subvalorados y su
muerte no solo refuerza esa penosa condición, sino también un magro destino: el
olvido.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal