de paso
Lo bueno de llevar un blog es que puedes
encontrarte con lectores de otras latitudes. Días atrás me escribió uno de
Bolivia, en el que aparte de contarme que iría a las playas del norte del país
con su novia, quería conversar conmigo.
Como Lima es solo una estadía fugaz, la
reunión debía realizarse en estos días o a su regreso. Supuse que su retorno
estaría marcado por el apuro, así que lo cité en el Sarcletti de San Borja,
golpe de siete de la noche.
Faltando un cuarto de hora para la
reunión pactada, apago la portátil y salgo de la BNP. En el trayecto a la
puerta de salida barajé por una fracción de segundo no ir a la reunión, hasta
albergaba la esperanza de que Mariano y Sandra, la pareja boliviana, tuvieran
una demora en el tráfico de la hora punta. La razón: el entusiasmo no calzaba
con el ánimo físico. Por una cuestión de comodidad, trabajo parado, jamás sentado.
En esta postura tengo un mejor panorama de los datos a buscar, del mismo modo
para realizar los apuntes respectivos. El libro saldrá en los próximos meses y
el ritmo de trabajo se muestra mucho más relajado en comparación a anteriores semanas,
pautadas por la adrenalina.
A paso rápido llego al Sarcletti y ocupo
una mesa ubicada en la vereda. Pido un jugo de piña. Me tienta pedir también un
sándwich de pollo, pero no es más que una costumbre, porque llevo semanas sin
apetito por las noches. Me quedo con el jugo, por el momento. Vía wsp converso
con una amiga sobre la frivolización que se hacen de ciertas causas justas en
pos de la construcción de una imagen activista, o lo que se entienda por
activismo. Ella me pregunta también por mi recuento y le digo que en la
madrugada comenzaré a escribirlo. Creo, le cuento, tener las ideas claras sobre
su enfoque.
Miro el reloj. Siete y media de la
noche. Reviso mi Inbox, como una última oportunidad de ver una señal del
paradero de la pareja, pero nada. Pago el consumo pero una mujer me llama por
mi nombre. Es Sandra. Mariano se encuentra pagando la carrera del taxi. Vienen
de Barranco, no imaginaron el tráfico…
Le pregunto a Mariano por Víctor Hugo
Viscarra. Su respuesta cumple con lo que sospechaba. En su momento tuve un
libro de este narrador, Avisos
necrológicos, pero sabía más de él por su leyenda, que desplazaba lo que en
verdad tendría que interesarnos de un escritor.
Cuando nos damos cuenta, un mozo del
café nos anuncia que están por cerrar. Hasta ese momento no había visto la
hora, señal de que la reunión valió la pena. Claro que sí.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal