¿le creemos?
Tras años, meses, semanas y días de
silencio, Augusto Rey comienza a abordar el tema de la corrupción municipal en
su columna diaria de Perú 21. La semana pasada estuvo escribiendo de cualquier
cosa menos de la situación en la que se hallaba la ex alcaldesa de Lima, por la
que Rey es algo en la política nacional.
En los artículos de ayer y hoy, Rey saca
cuerpo de la situación, obligado por la información emitida el domingo en un
reportaje de un programa de investigación. El columnista está en su derecho de
decir su verdad, pero la proyección de la misma deja estelas de viveza y
criollada que se disfrazan de decencia. Diera la impresión que el opinólogo asumiera
la realidad desde la desconexión, como si el escándalo Lava Jato fuera un
suceso reciente y como si los chantajes tuviesen horas. Rey fue parte de un gobierno
municipal que ha estado bajo la lupa de la investigación fiscal y esto es algo
que sabe toda persona medianamente informada. Debió pues contar de esos
chantajes, tal y como lo hizo su compañero de página cuando relató que las
constructoras brasileñas lo quisieron “contactar” para conferencias muy bien
remuneradas.
A estas alturas, cuando vemos el desfile
de cadáveres políticos que se pintaban de adalides de la moral y la ética, su “verdad”
de los hechos obedece más a la estrategia tardía que a una genuina confesión.
Falta calle, y honradez con uno mismo.
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