intenso mes
Abril ha sido un mes intenso, sucedió de
todo. Cuando ya nada hacía presagiar una hecatombe, ocurre lo impensado, aunque
como tal no sorprenda: Miguel Atala declaró que el dinero que recibió de
Odebrecht era para el expresidente Alan García.
Una situación como esta pone contra la
pared a los iluminados que no dudaron ensalzar la figura de uno de los “insignes”
ladrones que ha tenido la historia peruana. Faltó poco para que lo posicionen
como un gran estadista. Lo de Atala destruye la romantización que pretendía
hacerse de un tipo que con desparpajo vociferó, hasta el final, inocencia y persecución
política.
Así gusten o no los métodos usados por
el Equipo Especial Lava Jato, estos vienen dando resultando y, en especial,
muchas luces sobre la podredumbre política en el poder en los últimos treinta
años. No hay que pensarlo mucho: estamos siendo testigos de destapes históricos
de los que vamos a tener que aprender. El mensaje no puede ser más claro: tarde
o temprano, la pendejada y variantes se pagan.
Tengo no pocos amigos y conocidos
apristas. No me burlaré de ellos, guste o no, el APRA es uno de los mayores partidos
políticos del país. No sería exagerado pensar en su desintegración, con mayor
razón tratándose de una agrupación que nunca ha dejado de depender de una
figura tutelar. Sin embargo, es también una oportunidad de cambio, aunque
parezca ingenuo barajar esa posibilidad, pero nada está dicho. Lo que sí es cierto
es que Perú se libró de un peso dañino y nocivo. García usó la política para
mentir y robar. Decir lo contrario resulta indefendible.
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