vuelta a vitier
Mañana de domingo. Café, pan con
salchicha huachana y maratón de maravillas wave, al menos hasta donde llegue mi
entusiasmo. El sol, pese a que me causa problemas, no solo está generoso, sino
también propicio para mi ánimo.
Sobre mi mesa de materiales, los
periódicos de días pasados, que leeré recién, y también algunos sobres manila
de últimas publicaciones. Abro algunos de estos últimos, como para seleccionar
lo que leeré, aunque veo difícil que algunos de ellos vaya a ser abordado en
las próximas horas. Felizmente, hay mucho por leer y tengo títulos que avanzo
con deliberada lentitud.
No deja de sorprender la aparición de
sellos editoriales. En parte, es positivo que aparezcan alternativas a las ya
conocidas, pero la inquietud se presenta cuando te topas con remedos de
proyectos editoriales llevados a cabo por gente que, aparte de no haber leído
más de quince libros en la vida, no tiene la más mínima idea de cómo armar un catálogo.
Hay pues dos opciones: ¿o han estafado al autor vendiéndole una realidad que no
es o el autor ha pagado la edición y al champazo el impresor de ocasión se ha
prestado a complacer al interesado sin criterio alguno, exhibiendo su cualidad
mayor: la huachafada? Si bien esta práctica era muy común hasta hace algún tiempo,
preocupa que regrese cuando se creía que esta ya estaba casi erradicada.
Vuelvo a las lecturas avanzadas. En
especial a mi reencuentro con la poesía de Cintio Vitier, a cuenta de una
antología publicada por Monte Ávila. Cuando lo leí por primera vez no sentí la
conexión que esperaba. Las recomendaciones que me hicieron del cubano no podían
ser más estimulantes, y si bien reconocía que Vitier poseía una voz poética
privilegiada, me costaba entender el entusiasmo que sí suscitaba en otros.
Decidí volver a su poesía hace algunas semanas y he ido picando de a pocos la
antología, percibiendo su evolución y cambio de tópicos. Felizmente nunca dije
algo de lo que me pudiera arrepentir después. No hay nada más ridículo que
emitir una opinión sobre una poética valiéndose de la primera impresión. Obvio,
esto solo se aplica a los verdaderos poetas.
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