jueves, mayo 30, 2019

nulidad


Me viene bien la desconexión del mundo virtual. Creo que a todos les sería saludable huir un toque de las vicisitudes líquidas, inseguras y frívolas, barnizadas por el mal gusto del apuro opinativo. Eso es lo que pasa, el apuro, la aprobación inmediata que no solo revela vacío argumental, sino también la pobre recepción de la platea. Hay pues una arrechura por estar y lo que es peor, cada día son más los miembros de la recua que creen que la vida es la que se refleja en las redes. En contraposición, la vida en serio, a saber, la que se respira en la calle, la que se disfruta en la música y la que se siente durante la lectura, solo así se ponen las cosas en orden y perspectiva, lejos de la mentira en la que transita más de un huevonauta que ingresa a la nébula de la crisis existencial cuando se percata de que su proselitismo no es nada ni bien chupa un caramelo de limón.
Pensemos en el rol de nuestros intelectuales, y no me refiero solo a los de la aldea literaria. Pensemos en el espectro general de lo que suponemos es la cultura peruana. ¿Habrá aunque sea un puñado de voces que sepa exponer tangencialmente lo que las peruanas y los peruanos de a pie sienten o piensan de sus grandes temas, como lo es trabajar para el día, estar pendiente de los pagos crediticios, entre otras cosas? ¿En verdad nuestros huevonautas consideran que el cierre del Congreso es un tema medular para el grueso población, que es más práctica para detectar la ineficiencia? 
Perú nunca ha sido amable con sus intelectuales, pero aunque sea antes había un reconocimiento nominal o de oídas de estos. Hoy es nulo, polvo, tierra, puro huevonazo.



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