domingo, junio 09, 2019

azar


En la mañana me animé por ver una vez más Drunk-Punch Love, la ya célebre película del norteamericano Paul Thomas Anderson. La mayoría de mi generación nos acercamos al universo PTA gracias a esa obra mayúscula llamada Magnolia. (Sé, porque es inevitable, que no faltará el caletista ilustrado que señale algunas falencias formales, que tiene toda película. Felizmente, los caletistas se venden solos ante el mundo, y no solo en cuestiones cinematográficas: suscitan reparadoras culpas ajenas.)
Ver DPL me despierta certezas y dudas, y para mi bien son más las segundas, gracias al componente subrepticio en la obra de PTA, al menos la comprendida por sus cuatro primeras películas, en las que puede apreciarse la dimensión del azar, que en manos de este director cumple un rol narrativo coherente y revelador, no es usado como una salida a la deficiencia de la trama o estructura, tal y como llevan a cabo no pocos cineastas menores.
Son muchos los directores a los que vuelvo, pero si tuviera que elegir la obra de uno, que para mí ya es recurrente, esa es la de PTA, del mismo modo pienso en la poética del canadiense Denis Villeneuve, de quien recomiendo Incendies, obra maestra por donde se mire. 
Ahora que veo la pobreza de nuestra cartelera, que no debería lamentar, porque más lamentable son las colas que se forman para ver los bodrios de estreno, sería bueno que alguien pesque esta recomendación. Acercarse a PTA no solo es buen cine signado por una estética propia, es también la seguridad de tener una compañía permanente de buen gusto, detalle que necesita a gritos esta sociedad feliz en dinero pero a la que le falta construir dimensión cultural.



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