domingo, junio 02, 2019

perseverancia


No fue la final esperada de la Champions, el Liverpool hizo su negocio ante un Tottemham que nunca terminó por encontrar un sentido de juego,  a esta escuadra le faltó peso histórico, lo cual no quita mérito alguno al entrenador Mauricio Pochettino, que con modesto material humano (si lo comparamos con la inversión de otros clubes) consiguió llegar a instancias que pocos pensaban a inicios de temporada copera.
Y más allá de la presencia fugaz de la modelo Kinsey Wolanski al invadir el campo de juego, nos queda la satisfacción mayor: haber sido testigo de la firma de la obviedad: la consagración de Jurgen Klopp como uno de los más importantes estrategas de la actualidad. Esto lo sabemos los que vemos fútbol, pero también sabemos que a Klopp le hacía falta la legitimidad oficial, aquella que borra el sinsabor del fiel seguidor, que se alegra y reconoce al entrenador serio y con personalidad, al que le gustaría ver condecorado con uno de los mayores galardones del fútbol. 
Entonces, lo que vimos ayer fue un premio a la perseverancia (Klopp la hizo a la tercera), cualidad que se impone en todos los proyectos de la vida, dignificándolos.


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