jueves, agosto 08, 2019

mejora


Me he puesto al día con algunas publicaciones peruanas de este año. Espero no equivocarme, pero lo leído me arroja una certeza que habría que celebrar: hay varios libros de ficción a recomendar, algunos de ellos con justificado entusiasmo. Esta situación me alegra, porque uno ya se aterra de estar bajando el dedo a ciertas publicaciones que jamás debieron abandonar la dimensión del archivo en Word.
Llegué a esta convicción hoy en la tarde mientras cruzaba una calle sanisidrina fumando maravilla verde, rumbo a inevitables papeleos que vengo realizando, actividad que les detallaré en los próximos días. La aparición de algunos cuentarios y novelas nos hacen pensar en un genuino buen momento de la narrativa peruana o, siendo menos entusiastas para así pintarnos de objetivos, en un instante expectante y atendible de la misma. Lástima que no pueda extender este entusiasmo a las parcelas de la poesía, en la que el relacionismo y el espíritu grupal la vienen asesinando a vista y paciencia de los lectores. Los actuales poetas peruanos son los sicarios de su tradición. Están tremendamente ahuevados, distraídos y desenfocados de lo que en realidad importa, pero eso sí, los vemos muy activos en redes, en causas frívolas, imbéciles e inmorales. 
Pero bueno, de poesía no iba el post, sino de algunos libros de ficción que sería bueno que busquen y corroboren, no mi entusiasmo pero sí la certeza de que se ha mejorado y eso es suficiente a estas alturas de la segunda década del nuevo siglo, y más cuando muchos pensaban que el aburguesamiento y la intoxicación ególatra había aniquilado a nuestros narradores. Abordaré cada libro en los próximos días, bueno, esa es la idea, aquí los títulos, para que los busquen: Todo es demasiado de Christian Briceño (ya comentado en el blog), Adiós a la revolución de Francisco Ángeles, Cementerio de barcos de Ulises Gutiérrez, Nunca seremos tan jóvenes como hoy de Carlos Arámbulo, Resina de Richard Parra, Los ríos de Marte de Yeniva Fernández, Algunos cuerpos celestes de Augusto Effio y Tiene que haber otro final de Susanne Noltenius.



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