antifil
Ayer domingo, en la Antifil, presenté el
cuentario Todo no es demasiado
(Emecé) de Christian Briceño y la novela Esta
casa vacía (Peisa) de Marco García Falcón. Como bien saben, son libros muy
saludados por la crítica, ambos de autores que respeto y califico de serios. Si
aún no los has leído, hazlo, y si ya conoces los textos, recomiéndalos. La
primera presentación comenzó a las 5 de la tarde y la segunda una hora y media
después. Era el último día de la anti y el primero al que iba.
Desde hace un tiempo vengo escuchando
algunos comentarios sobre cómo se estaba conduciendo la Antifil, las opiniones
más duras indicaban que era un remedo de la FIL, evento cultural que la
justifica incluso en el nombre.
Al respecto, tendríamos que pensar en la
anti no solo desde el punto de vista bibliográfico, sino como una alternativa
cultural en la que se dan cita variadas expresiones artísticas que no serían
aceptadas por el llamado oficialismo cultural. Son estas las que sustentan la
fuerza de la Antifil y su derivado natural: el creciente interés de los
asistentes que se identifican con lo que propone el proyecto. Si a este
interés le sumas buena vibra e irreverentes ganas de hacer cosas y pasarla bien
mientras las haces, como que se va por buen camino hacia la morfología de una
identidad.
Los errores e involuntarios remedos de
la Antifil se pueden enmendar y ajustar en el camino (recién van por la tercera
edición); ahora, lo que sí recomendaría es dinamitar el sesgo ideológico y esa
silenciosa filiación chavista que, aparte de dejarlos mal parados ante el
sentido común, no permite que artistas y autores venezolanos participen en la
feria.
En lo personal, la pasé bien, además vi
gente de la que no sabía en años y probé el anticafé, que me dicen fue el
suceso de los días feriales. No lo niego, fui feliz.
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