doble moral
Un par de testimonios de agresión sexual
agitan el circuito literario limeño. Lo agitan porque el protagonista es Juan
Pablo Mejía de Paracaídas Editores. Cualquier lector informado sabe de la
contribución bibliográfica de esta editorial a la poesía peruana del nuevo
siglo. Esto, creo, está fuera de discusión.
Lo que sí sorprende es la súbita muestra
de apoyo a Mejía por parte de una corte que condena el maltrato a la mujer
siempre y cuando el acusado no sea de los suyos. En lo personal, pensé que ya
estaban reprimiéndose estas prácticas. Más cantado no puede estar: la asquerosa
fuerza de la doble moral. Gracias, señores.
Esperaba, sí, un descargo más
contundente de Mejía ante una acusación tan delicada. Al respecto, podrá decirse
que es víctima de una patraña, incluso cuestionar el espacio en donde se
realiza la denuncia, pero lo que "pocos" no quieren percatarse es que una
denuncia anónima es a lo que muchas mujeres se ven obligadas con tal
de obtener lo que consideran justo: la condena social. Cuando un autor/editor/gestor
relativamente conocido es acusado de estos hechos aparece el fétido discurso de
la formalización de la queja para dar peso a las palabras de la denunciante. Un
modo tan primitivo de pensamiento no solo revela cojudez de quienes lo exponen,
también desconexión con lo que le sucede a la mujer en este país. Para que una
mujer agraviada tenga justicia pasan años y no siempre la condena es la
adecuada. Y esto es para todas, veamos pues los ejemplos de Arlette Contreras y
Lorena Álvarez, tampoco olvidemos lo que sucede con Melissa Peschiera. Ni el
poder mediático y las pruebas mostradas son garantía de vigilancia durante el
proceso formal de denuncia, igual son humilladas por ser mujeres.
Mee Too Perú es una página que deberá mejorar su método de exposición de casos (hay cuatro que están fuera de lugar)
si pretende ser considerado un espacio ajeno a la ventilación de sentimientos
menores, pero su existencia es necesaria porque cumple lo que los canales
formales no: justicia social para la mujer agraviada.
Ojalá aprendamos algunas cosas del caso
Mejía y de otros que hemos visto: pensar en principios antes que en la persona.
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