sábado, julio 13, 2019

mafia abierta


Días agitados para el mundo editorial y librero, razón a la vista: la próxima Feria Internacional del Libro de Lima, que en esta edición tendrá a Mario Vargas Llosa como eje central. Es decir, veremos charlas, conferencias, besamanos y demás actividades sobre la vida y obra de nuestro Nobel.
En este sentido, resulta imposible no pensar en lo que VLl significa para uno. Me gustan muchas novelas suyas, pero ninguna como Conversación en La Catedral, que en mi opinión es una de las cumbres de la novelística mundial del siglo XX. Pero lo que más tengo presente en estos momentos es su dimensión de trabajo. No olvidemos que la escribió a los 33 años, ya casado y con responsabilidad familiar, situación que a más de uno desanimaría en cualquier proyecto narrativo de envergadura. VLl lo hizo y esa es precisamente una virtud a destacar.
Ese debe ser el VLl que nos debe interesar, bueno, el que me interesa. No el autor engreído que estamos viendo desde hace un tiempo, con actitudes y, en especial, las de sus allegados, que transportan la sospecha a la certeza: la existencia de una argolla con la que no puedes disentir, a menos que tengas huevos o seas un kamikaze. La actitud intolerante, tanto suya como la de sus escuderos, flaco favor le hace a su trayectoria, signada precisamente por la discusión ante la opinión contraria. 
Anoche un joven lector, protagonista de su propia y salvaje experiencia literatosa, me preguntó si en la figura de VLl hay una mafia literaria. Saludé su ingenuidad, que como tal no es menos. No tuvo sentido explicar lo obvio.

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