martes, febrero 04, 2020

«tema libre»


Desde hace un tiempo estoy interesado en la obra del escritor chileno Alejandro Zambra.
A diferencia de muchos, mi entusiasmo es tardío. Lo he leído, sin embargo, cuando lo hice no sentí una identificación, sin dejar de reconocer que es un tremendo autor, que ha forjado un mundo hermético y no menos revelador.
No sé a qué se deba este repentino apego. A lo mejor se deba a la edad. Como fuere, cada lector es dueño de su conexión con los libros, a lo mejor a esta edad estaba destinado a conectar con Zambra.
Tema libre (Anagrama, 2019) es su último libro.
Desde el título se anuncia la intención del autor (propósito que será detectado ya por sus seguidores): la escritura sin cotos genéricos. Bajo este principio, Zambra ofrece una serie de “ficciones, ensayos y crónicas” que de manera clara o subalterna son un reconocimiento al acto de escribir. Pero no se trata de un arte poética, porque a Zambra (en esta ocasión) no le interesa el recuento creativo, sino las herramientas en las que descansan las inquietudes artísticas y el medio por el que se las debe conducir. A saber, en textos tan disímiles como el homónimo de la publicación y “El cíclope”, resulta posible constatar la madurez de una mirada, o de cómo esta se ha ido fortaleciendo desde que Zambra se diera a conocer como autor de ficción. En apariencia, en lo que escribe el chileno no suceden grandes acontecimientos, al menos no como sí leemos en muchos otros autores. Para Zambra, el oficio es tan importante como la mirada (actitud, apego por el detalle, modo de acercamiento a la curiosidad), incluso tras la lectura de Tema libre podría aventurarme a decir que la mirada es másimportante que el oficio, principio que haría rabiar a los celadores de la ortodoxia narrativa, tan preocupados en la forma que en el nervio o la epifanía textual. 
En su brevedad, Tema libre es un libro mágico, en el que Zambra consigue una vez más destruir las barreras entre ficción y realidad, lo que conquista al lector, al que ya no le interesa si lo escrito yace o no en la parcela de la verosimilitud. La clave es disfrutar. Llámalo experiencia literaria. 




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