avatar
Sé que algunos textos míos generan algún
rebote.
Días atrás, por ejemplo, subí un texto
sobre la violencia política. Su desgaste como tema, el lucro intelectual que
más de uno hace de él y de los combazos que le propinan algunos bandos que
buscan vender su tópico literario de preferencia; de eso va el post.
Llevo años acostumbrado a que me digan
de todo.
Y ese post no ha sido la excepción.
Aunque para ser sincero, más de uno lee mis cosas y se reservan el derecho de
comentar, pero que los leen, los leen.
Un fenómeno muy frecuente de una red
social como Facebook es la aparición de cuentas falsas, de avatars que salen a
flote cuando se sienten amenazados. Como el mundillo literario limeño se ha
vuelto tan predecible, uno puede intuir y saber quién es quién. La mayoría de
las veces me quedo callado ante ello, porque los avatars no son mi tema, no son
mi preocupación.
Mi texto fue rebotado en varios lados,
en la cuenta de “Jeremy”, a saber.
Claro, “Jeremy” sufre de anticonejismo y
hasta la fecha no se da cuenta de que es el principal promotor de los conejos.
En ese contexto aparece un avatar, un
baboso que aprovecha la valentía virtual para insultarme y dárselas de pendejo.
Lo que no sabe ese pseudopendejo es que
yo sé quién es.
Es pues un conejo kid.
Lo penoso del asunto es que sí ubico a
los conejos. Los alucinaba leales, frontales, francos, con sus huevadas como
cualquier igualado, mas sin llegar a extremos.
Pero ese avatar de batalla, ese tonito
suyo de superioridad, capaz de ningunear a Arguedas, a Marito, hablando desde
una altura que no reconoce su procedencia, de la postura forzadamente atractiva
del feo que se resiste asumirse como tal, de la bacanería de la “gentita” light
sanmarquina que ahora pretende, sin obra detrás, cambiar el curso de la
narrativa peruana a punta de relacionismo y suculentos beneficios de influencia.
Si estuviera por Lima, lo busco para
conversar. Pero como no se encuentra en Limonta, esperaré su llegada. Y cuando
lo vea, lo primero que haré antes de hablarle de hombría, será decirle cómo se puede
ser tan idiota para ponerse en evidencia como lo hizo.
Yo sé quién era (ajá, en pasado) ese
avatar. Por ahora me callo, pero a la próxima la revolución de la narrativa
peruana no la harán ustedes, sino yo, que bien puedo decir que tengo mucho más
obra que la suya, y solo con la cuarta parte de lo que he hecho.
Hay tiempo para la joda, el chongo. Lo
que sí no tengo tiempo es para la bajeza.
Buen fin de semana, conejos.
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