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La charla de ayer con Ybarra salió de la
putamadre.
No poca gente lo considera su referente
e ídolo. La verdad, pocas veces he visto cosas así. La canonización en vida, en
este caso, por los lectores y no por críticos patronos de mafias, que reclutan
gente sin talento para la literatura, mas sí para las relaciones.
Me despido del también llamado “Comandante”.
Tengo ganas de unas cervezas, pero antes me gustaría cenar. Entonces “El
caminante” nos advierte de un local en donde se prepara una extraordinaria
comida casera. Le digo que nos lleve hacia allá. Nos dirigimos a ese local
ubicado a metros del Centro Cívico con “Jeremy”, “Dante Kid” y “Paganini”.
En el trayecto conversamos de música y
de los libros que estamos leyendo, claro, también de la bestia que hizo que
paralizaran el clásico. A todos les digo que deben estar el 5 de abril en la marcha
contra la Rata naranja. Será un día muy especial, en el que cumpliré en todos
los frentes que pueda cumplir, porque casi a la hora de la concentración,
estaré en una charla de Subirats, que no sé a qué hora acabará, lo que sí sé es
que será mucho antes que termine la marcha, que tendrá para rato. Cuando vaya a
la marcha tendré que hacer un alto y realizar unos pagos de rigor que no creo
que me tomen más tiempo del debido, y de allí empatar a la puntas de la nueva
directiva de Quilca que me esperan, pero fácil desista de esta reunión.
Llegamos al local sugerido por “El
Caminante”. Veo la carta y en verdad, los platos caseros se ven muy bien. Pido
un plato de pollo a la olla, aunque llama mi atención el lomo saltado que le
sirven a “Paganini”. Mi plato está rico, pero también se me antoja el lomo
saltado. Llamo a la señorita, le pido un lomo, pero esta me dice que se le ha
acabado.
Después de comer, nos dirigimos a
Quilca. Tenía de ganas de unas cervezas y así las mismas regresar a mi casa
porque debo seguir trabajando en los textos que debo enviar antes del domingo,
y también finalizar con la lectura de un par de libros, como también regar el
jardín, ajá, sí, riego mi jardín del parque en la madrugada, que es lo más
saludable para las plantas en vez de hacerlo durante el día en pleno calor. En “Quilca”
me topo un toque con “Onetti”, aunque antes lo llamaba “El semillero”, nos
saludamos, la verdad después de mucho que lo veo, cruzamos algunas palabras, el
momento no era propicio, había mucha gente en la calle y él solo buscaba un
encendedor, cosa que le proporciono.
La calle no estaba tan concurrida como
en otros fines de semana. Si algo me gusta de Quilca, es precisamente ese
desorden festivo y el olor a hierba que emana de allí, la sensación
apocalíptica asumiéndola de la mejor manera. Claro, muchos se quedan toda la
noche, otros como yo se quitan ni bien acaban la primera ronda.
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