jueves, abril 07, 2016

"el tiempo reversible"

En sus ahora doce famosos consejos para escribir cuentos, Roberto Bolaño señaló, hasta en dos ocasiones, que un aspirante a escritor de cuentos no debía leer, por nada del mundo, ni a Camilo José Cela ni a Francisco Umbral.
Y claro, como se supone, la bolañomanía generó que nuevos lectores y escritores, llevados por la impresión/asombro del primerizo, pasaran por alto la obra de estos dos escritores españoles, de los que bien haríamos en cuestionarlos por sus faltas cívicas (recordemos la soplonería de Cela), traiciones y por todo aquello que se les quiera criticar, lo cual no nos debe llevar a la sorpresa, solo basta averiguar; pero en lo que no deberíamos caer, por más bolañomanía que haya, es en la mezquindad literaria, en la mentira a la que nos lleva la ya señalada impresión/asombro del primerizo, en primer lugar; del mismo modo la mezquindad de los llamados referentes que mezclan instancias ideológicas, morales, con la valoración literaria.
Algo de mezcla ideología y superioridad moral hubo en Bolaño cuando menciona a Cela y Umbral en sus consejos para escribir cuentos. Pero Bolaño, ante todo, era un irredento lector. Sabía de los peligros de los hechizos literarios, que ostentan la suficiente fuerza de elevarte y destruirte dependiendo de cuán preparado te encuentres, porque si algo podemos decir de las radiaciones de Cela y Umbral, es que nadie sale bien parado si es que se decide seguir el sendero de la involuntaria imitación, como ya lo han hecho muchos que ahora reniegan de esta dupla. Bolaño, entonces, alertaba de ese peligro, de ese hechizo que solo servía para contemplar, para aprender, mas no para seguir su magisterio.
Hoy por hoy, la figura de Umbral es mucho más vigente que la de su maestro Cela. A diferencia del autor de Cristo versus Arizona, Umbral ha sabido convertir su poética en un auténtico e infranqueable género literario, en una marca de agua en alto relieve que la podemos percibir en sus novelas, biografías, ensayos, que podríamos llamar artefactos literarios a razón del fluido genérico del que Umbral hizo gala, y, muy en especial, en sus artículos periodísticos, con los que formó un magisterio real, en textos libres de perderse en el olvido, adquiriendo a la fecha una resonancia insoslayable para todo aquel que no solo se respete como escritor, sino ante todo como lector, y no solo de literatura y periodismo.
En El tiempo reversible (Círculo de Tiza, 2015) accedemos a una antología de sus mejores artículos publicados en El País y El Mundo, entre 1976 y 2007, y dividido en tres secciones: “Diario de un snob”, “Spleen de Madrid” y “Los placeres y los días”. Nos encontramos con un Umbral en permanente estado de gracia, direccionado en dos tópicos esenciales: la política, que comprendía el proceso de Transición española, y la literaria. El estilista, porque así deberíamos definir a este hombre que no escribía, sino que cincelaba, coge a la realidad por las astas, marcando terreno sin importar las sensibilidades afectadas. Habría que imaginarnos estos artículos en su contexto primigenio, en la bulla y en las polémicas que Umbral protagonizó a causa de ellos.
No era para menos. Con ese estilo, Umbral podía escribir de lo que viniera en gana. Lo supo de joven, como hombre que se hizo a sí mismo, superando las estrecheces sociales y económicas, circunstancias que sumaron en nervio a su natural genialidad. No solo se asumía como uno de los más grandes escritores de estilo en la historia literaria en castellano, también era un autor con una voz que proyectaba solidez crítica, no libre de ironía y sarcasmo, que en estos artículos aparecen en dosis que habría de calificar de letales. La mayoría de las veces Umbral partía de la cotidianidad y desplegaba un yoísmo justificado, cayendo, seguramente, pedante al lector, mas nunca impostado, falso, ya que por encima de sus posturas ácidas estaba su verdad emocional, intelectual y cultural. En estos artículos somos actuantes de reparto al amparo de una cantera de conocimientos e impresiones amenazados por la moda de los temas, pero que Umbral los perfila de actuales, cumpliendo así con el fin supremo del articulismo y el columnismo, pero sin traicionarse.
Eso, sin traicionarse.
Asistimos a una coherencia entre el estilo y la mirada, coherencia que lo refrenda, a la fecha, y más, como uno de los maestros que elevó la fugacidad periodística en experiencia literaria llamada a perdurar. No necesariamente hay que conocer la historia española contemporánea para entender los tópicos de los que escribe Umbral. No es un requerimiento, en absoluto, puesto solo es necesario cambiar/trastocar los escenarios y protagonistas, por ejemplo, para darnos cuenta de que sus temas serían los mismos en el mundo de hoy, cuyas taras serían propiedad de su goce e ironía, con la firme intención de seguir quebrantando géneros y registros, fundiéndolos con la luminosidad de acero de su verbo inagotable. 
No perdamos tiempo. Leamos este documento/testimonio de uno los mayores escritores de estilo del Siglo XX. Umbral, sí, el dueño de la palabra al que los demás estamos condenados a ver desde abajo.

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