"el tiempo reversible"
En sus ahora doce famosos consejos para
escribir cuentos, Roberto Bolaño señaló, hasta en dos ocasiones, que un
aspirante a escritor de cuentos no debía leer, por nada del mundo, ni a Camilo
José Cela ni a Francisco Umbral.
Y claro, como se supone, la bolañomanía
generó que nuevos lectores y escritores, llevados por la impresión/asombro del
primerizo, pasaran por alto la obra de estos dos escritores españoles, de los
que bien haríamos en cuestionarlos por sus faltas cívicas (recordemos la
soplonería de Cela), traiciones y por todo aquello que se les quiera criticar,
lo cual no nos debe llevar a la sorpresa, solo basta averiguar; pero en lo que
no deberíamos caer, por más bolañomanía que haya, es en la mezquindad
literaria, en la mentira a la que nos lleva la ya señalada impresión/asombro
del primerizo, en primer lugar; del mismo modo la mezquindad de los llamados
referentes que mezclan instancias ideológicas, morales, con la valoración
literaria.
Algo de mezcla ideología y superioridad
moral hubo en Bolaño cuando menciona a Cela y Umbral en sus consejos para
escribir cuentos. Pero Bolaño, ante todo, era un irredento lector. Sabía de los
peligros de los hechizos literarios, que ostentan la suficiente fuerza de
elevarte y destruirte dependiendo de cuán preparado te encuentres, porque si
algo podemos decir de las radiaciones de Cela y Umbral, es que nadie sale bien
parado si es que se decide seguir el sendero de la involuntaria imitación, como
ya lo han hecho muchos que ahora reniegan de esta dupla. Bolaño, entonces,
alertaba de ese peligro, de ese hechizo que solo servía para contemplar, para
aprender, mas no para seguir su magisterio.
Hoy por hoy, la figura de Umbral es
mucho más vigente que la de su maestro Cela. A diferencia del autor de Cristo versus Arizona, Umbral ha sabido
convertir su poética en un auténtico e infranqueable género literario, en una
marca de agua en alto relieve que la podemos percibir en sus novelas,
biografías, ensayos, que podríamos llamar artefactos literarios a razón del
fluido genérico del que Umbral hizo gala, y, muy en especial, en sus artículos
periodísticos, con los que formó un magisterio real, en textos libres de
perderse en el olvido, adquiriendo a la fecha una resonancia insoslayable para
todo aquel que no solo se respete como escritor, sino ante todo como lector, y
no solo de literatura y periodismo.
En El
tiempo reversible (Círculo de Tiza, 2015) accedemos a una antología de sus
mejores artículos publicados en El País y El Mundo, entre 1976 y 2007, y dividido
en tres secciones: “Diario de un snob”, “Spleen de Madrid” y “Los placeres y
los días”. Nos encontramos con un Umbral en permanente estado de gracia,
direccionado en dos tópicos esenciales: la política, que comprendía el proceso
de Transición española, y la literaria. El estilista, porque así deberíamos
definir a este hombre que no escribía, sino que cincelaba, coge a la realidad
por las astas, marcando terreno sin importar las sensibilidades afectadas.
Habría que imaginarnos estos artículos en su contexto primigenio, en la bulla y
en las polémicas que Umbral protagonizó a causa de ellos.
No era para menos. Con ese estilo,
Umbral podía escribir de lo que viniera en gana. Lo supo de joven, como hombre
que se hizo a sí mismo, superando las estrecheces sociales y económicas,
circunstancias que sumaron en nervio a su natural genialidad. No solo se asumía
como uno de los más grandes escritores de estilo en la historia literaria en
castellano, también era un autor con una voz que proyectaba solidez crítica, no
libre de ironía y sarcasmo, que en estos artículos aparecen en dosis que habría
de calificar de letales. La mayoría de las veces Umbral partía de la
cotidianidad y desplegaba un yoísmo justificado, cayendo, seguramente, pedante
al lector, mas nunca impostado, falso, ya que por encima de sus posturas ácidas
estaba su verdad emocional, intelectual y cultural. En estos artículos somos
actuantes de reparto al amparo de una cantera de conocimientos e impresiones
amenazados por la moda de los temas, pero que Umbral los perfila de actuales,
cumpliendo así con el fin supremo del articulismo y el columnismo, pero sin
traicionarse.
Eso, sin traicionarse.
Asistimos a una coherencia entre el
estilo y la mirada, coherencia que lo refrenda, a la fecha, y más, como uno de
los maestros que elevó la fugacidad periodística en experiencia literaria
llamada a perdurar. No necesariamente hay que conocer la historia española
contemporánea para entender los tópicos de los que escribe Umbral. No es un
requerimiento, en absoluto, puesto solo es necesario cambiar/trastocar los
escenarios y protagonistas, por ejemplo, para darnos cuenta de que sus temas
serían los mismos en el mundo de hoy, cuyas taras serían propiedad de su goce e
ironía, con la firme intención de seguir quebrantando géneros y registros,
fundiéndolos con la luminosidad de acero de su verbo inagotable.
No perdamos tiempo. Leamos este
documento/testimonio de uno los mayores escritores de estilo del Siglo XX.
Umbral, sí, el dueño de la palabra al que los demás estamos condenados a ver
desde abajo.
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