viernes, agosto 12, 2016

"la conciencia del límite ultimo"

En la pasada FIL de Lima tuve la oportunidad de presentar, junto a Francisco Ángeles y Pablo Salazar Calderón, la nueva edición de la novela La conciencia del límite último (Tusquets) de Carlos Calderón Fajardo (1946 - 2015).
De lo dicho en la noche de presentación, tengo algunos apuntes, los mismos que me sirven para ilustrar las impresiones que me suscita esta edición, del mismo modo la figura de Calderón Fajardo, a quien conocí, aprecié y admiré por su ánimo infatigable para contar historias.
Si algo recordaré de este escritor es precisamente su aparente facilidad para escribir libros, sin importar los registros ni los géneros, lo que me lleva a corroborar la sospecha que siempre tuve de él: CCF era toda una máquina de narrar. Al respecto, le pregunté, en una tarde mientras dábamos cuenta de varias tazas de café, por su método de trabajo, a lo que me respondió que él escribía en cuadernos, puesto que la escritura a mano le brindaba esa necesaria lentitud que le permitía, “en lo que yo creo”, ejercer una escritura inteligente.
La relectura de esta novela me hace pensar en esa lejana respuesta: la escritura inteligente. ¿A qué se refería CFF con eso? O sea, repasando su obra, y más allá del nervio narrativo que sus textos mostraban, y también más allá de la sensibilidad los mismos, había una actitud narrativa por tensar el proceso de su escritura de ficción, que traduzco como una estrategia por salirse del camino seguro y apostar por una intención narrativa instalada en la peligrosa frontera de la indefinición genérica. Una vez instalado en esa frontera, CCF podía, y vaya que lo consiguió, escribir de todo lo que le vino en gana. Si analizamos someramente su obra, este fugaz análisis nos lleva a una pregunta por demás retórica y reveladora: ¿de qué no escribió nuestro autor?
En todos los registros y géneros que abordó, la solvencia fue la marca de agua, aunque esta solvencia convivió en algunos títulos con la irregularidad. A CCF le importaba poco si ingresaba a los terrenos de la irregularidad, hasta pienso que lo hacía con el propósito de conocer su pulsión narrativa y el alcance que podía ejercer en ciertos tópicos, que, para ser sinceros, no fueron contados.
Hablamos de un narrador por demás raro, extraño para los celadores literarios, y también extraño y sugerente para los lectores. Al respecto, nos ahorraríamos mucho si llevamos a la práctica la sana costumbre de catalogarlo como un epifánico narrador multigenérico. Al menos, de esta manera pienso asumirlo de ahora en adelante y no hacerme problemas con la extrañeza que más de uno le adjudica cada vez que intentan referirse a él.
Para hacernos una idea de la obra de este contador de historias, haríamos bien en pensar en un laberinto minado con sorpresas.
¿Cómo entrar y cómo salir de este laberinto? No lo pienso mucho y menos lo tiene que hacer el lector que aún no lo conoce. Bien dicen los que saben: los buenos y grandes escritores tienen ventanas de entradas. Al respecto qué mejor ventana/puerta que La conciencia del límite último, a la fecha, una de las joyitas breves de la tradición de la narrativa peruana, compartiendo espacio con La casa de cartón de Adán y La iluminación de Katzuo Nakamatsu de Higa.
En su brevedad, La conciencia… exhibe el suficiente poder de obnubilar, cuestionar y confundir al lector. Esta experiencia de la lectura no es gratuita, puesto que siendo uno de los primeros libros del autor, este ya sabía a lo que iba, qué era lo que anhelaba proyectar más allá de una historia enraizada en la tradición de la novela enigma, es decir, partiendo de esa base genérica se permitió más de una licencia para literalmente transitar por los registros realistas y fantásticos, valiéndose de un personaje de mente endemoniada que debía inventar historias, en principio por necesidad económica y poco después por el oscuro placer de inventarlas.
Así es:
Novela de novelas (entendiendo la sobredosis de su encapsulamiento).
Novela germen.
Novela seminal.
Novela que en sí sola se erige como una de las mejores de su autor, novela sin la que no nos podríamos explicar el proceso de la narrativa peruana desde 1990. Novela que tuvo un eco peculiar en la década noventera y que a partir del 2000 comenzó a formar lectores, a fortalecer convicciones en quienes sentían la pulsión por la escritura. Novela que en su brevedad no dejaba de ser total, novela de una brutal riqueza interpretativa que no ha envejecido. 
Si había algo que detestaba Carlos (ahora sí lo llamo por su nombre), era que se le catalogue como autor de culto. Un escritor con tantos libros publicados (llegó a publicar hasta tres títulos en algunos años), no podía ser catalogado de culto, puesto que la seguidilla de títulos que entregó a las editoriales demostraba en los hechos una tajante intención de ser leído y no confinado a un estrecho círculo de lectores. Carlos escribió novelas complejas y a la vez atractivas en su desarrollo con el objetivo de compartir experiencias literarias con los lectores.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Cómo se comentó en la presentación del libro, ahora corresponde que se den los estudios y lecturas acuciosas sobre La conciencia del límite último, una de las mejores novelas peruanas de todos los tiempos

12:07 p.m.  

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