"la conciencia del límite ultimo"
En la pasada FIL de Lima tuve la
oportunidad de presentar, junto a Francisco Ángeles y Pablo Salazar Calderón,
la nueva edición de la novela La conciencia
del límite último (Tusquets) de Carlos Calderón Fajardo (1946 - 2015).
De lo dicho en la noche de presentación,
tengo algunos apuntes, los mismos que me sirven para ilustrar las impresiones
que me suscita esta edición, del mismo modo la figura de Calderón Fajardo, a
quien conocí, aprecié y admiré por su ánimo infatigable para contar historias.
Si algo recordaré de este escritor es
precisamente su aparente facilidad para escribir libros, sin importar los
registros ni los géneros, lo que me lleva a corroborar la sospecha que siempre
tuve de él: CCF era toda una máquina de narrar. Al respecto, le pregunté, en
una tarde mientras dábamos cuenta de varias tazas de café, por su método de
trabajo, a lo que me respondió que él escribía en cuadernos, puesto que la
escritura a mano le brindaba esa necesaria lentitud que le permitía, “en lo que
yo creo”, ejercer una escritura inteligente.
La relectura de esta novela me hace
pensar en esa lejana respuesta: la escritura inteligente. ¿A qué se refería CFF
con eso? O sea, repasando su obra, y más allá del nervio narrativo que sus
textos mostraban, y también más allá de la sensibilidad los mismos, había una
actitud narrativa por tensar el proceso de su escritura de ficción, que
traduzco como una estrategia por salirse del camino seguro y apostar por una
intención narrativa instalada en la peligrosa frontera de la indefinición genérica.
Una vez instalado en esa frontera, CCF podía, y vaya que lo consiguió, escribir
de todo lo que le vino en gana. Si analizamos someramente su obra, este fugaz análisis
nos lleva a una pregunta por demás retórica y reveladora: ¿de qué no escribió
nuestro autor?
En todos los registros y géneros que
abordó, la solvencia fue la marca de agua, aunque esta solvencia convivió en
algunos títulos con la irregularidad. A CCF le importaba poco si ingresaba a
los terrenos de la irregularidad, hasta pienso que lo hacía con el propósito de
conocer su pulsión narrativa y el alcance que podía ejercer en ciertos tópicos,
que, para ser sinceros, no fueron contados.
Hablamos de un narrador por demás raro,
extraño para los celadores literarios, y también extraño y sugerente para los
lectores. Al respecto, nos ahorraríamos mucho si llevamos a la práctica la sana
costumbre de catalogarlo como un epifánico narrador multigenérico. Al menos, de
esta manera pienso asumirlo de ahora en adelante y no hacerme problemas con la
extrañeza que más de uno le adjudica cada vez que intentan referirse a él.
Para hacernos una idea de la obra de
este contador de historias, haríamos bien en pensar en un laberinto minado con
sorpresas.
¿Cómo entrar y cómo salir de este
laberinto? No lo pienso mucho y menos lo tiene que hacer el lector que aún no
lo conoce. Bien dicen los que saben: los buenos y grandes escritores tienen
ventanas de entradas. Al respecto qué mejor ventana/puerta que La conciencia del límite último, a la
fecha, una de las joyitas breves de la tradición de la narrativa peruana,
compartiendo espacio con La casa de
cartón de Adán y La iluminación de
Katzuo Nakamatsu de Higa.
En su brevedad, La conciencia… exhibe el suficiente poder de obnubilar, cuestionar
y confundir al lector. Esta experiencia de la lectura no es gratuita, puesto
que siendo uno de los primeros libros del autor, este ya sabía a lo que iba,
qué era lo que anhelaba proyectar más allá de una historia enraizada en la
tradición de la novela enigma, es decir, partiendo de esa base genérica se
permitió más de una licencia para literalmente transitar por los registros
realistas y fantásticos, valiéndose de un personaje de mente endemoniada que
debía inventar historias, en principio por necesidad económica y poco después
por el oscuro placer de inventarlas.
Así es:
Novela de novelas (entendiendo la
sobredosis de su encapsulamiento).
Novela germen.
Novela seminal.
Novela que en sí sola se erige como una
de las mejores de su autor, novela sin la que no nos podríamos explicar el
proceso de la narrativa peruana desde 1990. Novela que tuvo un eco peculiar en
la década noventera y que a partir del 2000 comenzó a formar lectores, a
fortalecer convicciones en quienes sentían la pulsión por la escritura. Novela
que en su brevedad no dejaba de ser total, novela de una brutal riqueza
interpretativa que no ha envejecido.
Si había algo que detestaba Carlos
(ahora sí lo llamo por su nombre), era que se le catalogue como autor de culto.
Un escritor con tantos libros publicados (llegó a publicar hasta tres títulos
en algunos años), no podía ser catalogado de culto, puesto que la seguidilla de
títulos que entregó a las editoriales demostraba en los hechos una tajante intención
de ser leído y no confinado a un estrecho círculo de lectores. Carlos escribió
novelas complejas y a la vez atractivas en su desarrollo con el objetivo de
compartir experiencias literarias con los lectores.
1 Comentarios:
Cómo se comentó en la presentación del libro, ahora corresponde que se den los estudios y lecturas acuciosas sobre La conciencia del límite último, una de las mejores novelas peruanas de todos los tiempos
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