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Ni bien me levanto sintonizo un
maravilloso partido del fútbol local. Y aprovecho en revisar las películas de
la cartelera local, de lo poco o casi nada que llama mi atención, subrayo Miedo profundo. Bueno, siempre me han
interesado las películas de supervivencia. A la par de ello, me alisto para la
hora y media que me espera de una extraordinaria serie galesa, Hinterland, un policial que me revela crímenes
atroces, entre otras cosas de la bajeza humana, que acaecen en sociedades en
las que aparentemente no debería pasar absolutamente nada. De ella me gusta
también el ambiente gris de los paisajes, esa imposición de la oscuridad que define
el carácter personajes como el del policía de investigaciones Tom Mathias, frío
y calculador. Tampoco es una serie cuyas temporadas (2 hasta el momento) te las
puedes acabar en una maratón; al menos, en estos días, no me puedo dar esos
gustos, puesto que cada episodio hace alarde de hora y media de duración. Como
tengo varias películas y series por ver, he reservado Hinterland para los fines de semana y el método me viene
funcionando muy bien.
Luego de las iniciales reflexiones
domingueras, me dispongo a comenzar el día, primero, sirviéndome una taza de
café, la droga ineludible que me espabilará, y luego, cerciorarme si aún tengo
crema de afeitar, porque esta estaba por acabarse en los últimos días. El
duchazo y, ahora sí, la vida presentada en otra dimensión, más acorde con las
actividades que me esperan en las próximas horas. Escribiré tres horas
seguidas, pasando a Word los apuntes de una historia que he estado picando en
estas semanas, datos que me brindarán lo que supongo será cualquier cosa menos
un texto de ficción. No me preocupo por la cualidad genérica de los textos, al
menos ese no es mi problema. Creo que ya lo dije alguna vez, lo que me interesa
de la escritura es el trance que puedes conseguir con ella, solo eso, conmigo
no van esas huevadas de querer ser escritor y los réditos que puedan
conseguirse de esa suerte de estatus que obnubila a algunos en esta provincia
literaria.
Mientras tanto, como quien supera la
flojera que acompaña al entusiasmo, busco un documental del 2015 que me han
recomendado, The Wolfpack. Veremos
qué tal.
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