"la forma inicial"
Uno de los autores que más ha calado en
la formación de los nuevos lectores latinoamericanos es, sin duda alguna, el
escritor argentino Ricardo Piglia. Claro, más de un seguidor suyo nos podría
decir que es también un nato formador de escritores, teniendo en cuenta que su
obra de ficción se ha vuelto prácticamente esencial, hecho que constatamos en
no pocas poéticas que se construyen bajo su sombra de influencia. En ambas
orillas de la opinión, hablamos de impresiones dignas del asombro primerizo,
válidas en todo sentido, porque si algo legitima la obra y discurso de un
escritor es precisamente su capacidad para generar discusión y desencuentros
entre sus seguidores. Pero aquellos que vienen leyendo a Piglia desde hace
muchos años no se hacen tanto problema al respecto, el Piglia formador de
lectores y el Piglia radioactivo, el autor de ficción, son prácticamente la
misma esencia; mas no hablamos de una esencia compuesta por elementos reunidos
(¿narrador?, ¿ensayista?, ¿académico?), sino de una construida por fluidos que
nos permiten apreciar que no estamos ante un autor que desconecta para luego
volver a construirse, sino ante uno que piensa y crea en relación a esos fluidos
conceptuales y emocionales. Pensemos en lo último que viene publicándose de él,
a saber, sus diarios, que no son solo un testimonio de vida, también una
declaración de principios morales, éticos e intelectuales, la trastienda de la
extensión de la coherencia de su poética conformada por sus cuentos, novelas,
ensayos y guiones cinematográficos.
Piglia es de esos autores al que más de
uno quiere abrirle la cabeza para ver qué hay en su circuito cerebral y de qué
alimenta su discurso. No es para menos. El pensamiento del argentino es toda una
motivación, tiene ese extraño poder que solo pocos exhiben: el contagio por
leer todos los libros de los autores que nos habla. Con un magisterio como el
suyo, hacemos nuestro el compromiso por la lectura, como acto no solo
placentero, sino también intelectual. No hay que pensarlo mucho: si Piglia es
el autor que conocemos, admiramos y valoramos, lo es gracias a su adicción por
la lectura.
Más allá de sus evidentes dotes
narrativas, su obra de corte ensayístico lo ha convertido como uno de los que
mejor lee la narrativa contemporánea, o mejor dicho, para sintonizar con la
justicia: como el mayor lector de los procesos narrativos hoy en día. Ahora,
esta condición de gran lector no lo convierte en una voz legal, con nuestro
autor los decretos no juegan en pared. Lo suyo es generar discusión y
disconformidad tras la experiencia de la lectura. Pensemos pues en sus biblias
ensayísticas, como Formas breves, Crítica y ficción y El Último lector (ejemplos
cada vez más vivos y fibrosos del pensamiento Piglia). Los años han ubicado a
estos títulos como piedras angulares que nos permiten transitar, en especial,
por la tradición narrativa latinoamericana.
La ficción del argentino ya viene caminando
sola por los senderos de la legitimidad. Ahora, la atención de los cuajados y de
los primeros obnubilados por su discurso, se viene concentrado en su producción
de corte ensayístico. Tal es el caso de La
forma inicial. Conversaciones en Princeton (Fondo Editorial Universidad
César Vallejo, 2016), que se suma a los libros arriba citados. A diferencia de
ellos, Piglia se muestra en estas páginas mucho más frontal, indefectiblemente,
ya dueño y sabedor de la epifanía que generan sus puntos de vista. Nos
enfrentamos pues a entrevistas, conferencias y discursos en los que nos
sumergimos en los circuitos del acto narrativo, en un patente viaje hacia la
tensión del nervio, a la esencia plástica y nutrientes sociales en la
configuración de la tradición de la naturaleza del acto de narrar, del mismo
modo en la formación de la poética de los autores de quienes Piglia nos habla y
escribe.
Bien lo anota Paul Firbas en el prólogo,
incidiendo en el carácter de la conversación, cuyo terreno resulta propicio
para el intercambio de ideas, a distancia declarada de lo que vendrían a ser
las entrevistas, en las que solo importa
la opinión direccionada del entrevistado, carente de esa cuota de intercambio,
de discusión. Lo podemos ver en lo que nos dice de Onetti, tan fuera del
consenso común que viene escribiéndose del uruguayo, ingresando en la médula de
su narrativa y explicándonos por qué Onetti es difícil, oscuro; y no solo ello,
también teje relaciones entre su obra con las novelas faulknerianas y
policiales, entonces el lector, ante este río de ideas, construye una imagen
más fresca de Onetti, y este efecto lo siente aquel que ya recorrió al autor
como el que no. Como ya indicamos, Piglia se muestra polémico, y en ello no nos
debe sorprender que sus opiniones descansen y se alimenten por medio de una
visión del mundo ligada y comprometida con el discurso de la izquierda. Por
otro lado, prestemos atención a “Medios y finales”, entrevista en la que nos
acercamos a un Piglia íntimo. La entrevista se realiza a pocas semanas de su
retorno a Buenos Aires, tras mucho tiempo enseñando en Princeton, además, con
los entrevistadores como testigos, Piglia firma ante los notarios lo que dentro
de no mucho sería su testamento. No hablamos de una circunstancia gratuita o
anecdótica, sino de una experiencia que refuerza la sensibilidad del autor al
momento de conversar sobre sus años académicos en esta universidad.
En cuanto a los discursos, leídos en
lugares y contextos distintos, en los que percibimos, tras una sugerente
sencillez en la exposición de ideas, un afán por cuestionar e incomodar al
público presente, como en “Modos de narrar”, leído en 2005, en la Universidad
de Talca, de Chile, al recibir el Premio José Donoso. Podríamos decir lo mismo
de los otros artículos y ensayos incluidos, que exhiben una calma aparente, y que
cierran, junto a las entrevistas, una radiografía actual de uno de los
escritores que más ha escrito y pensado, en las últimas décadas, sobre los
procesos de la tradición narrativa, partiendo de su base original, no
necesariamente ligada a la escrita en español, porque para él ese es el camino:
ir hacia atrás para avanzar e iluminar.
…
Publicado en El Virrey de Lima
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal