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Ayer estuve por el centro, desde las 4
de la tarde, en donde recogería algunos libros separados en una librería, y
aprovecharía en darme un salto por el Virrey de Lima, cosa que terminaba por
cerrar las actividades de los próximos días. Pero los planes cambiaron no desde
el momento que estaba en el centro, sino desde que me di cuenta, en el
Metropolitano, que era el día de la primera salida del Señor de Los Milagros.
Cuando supe de ello, ya estaba por
llegar a mi primer destino, la Estación Lampa-Colmena, y pude percibir que el
ambiente exudaba incienso y no pocos rostros arrepentidos. Caminé hacia la librería
de “Goyito”, siendo testigo del espíritu morado y el aroma a comida de venta
callejera que se asienta en este mes, en cada salida de la efigie. Lo de ayer
solo fue un aviso de lo que será en las próximas salidas. Antes de llegar donde
“Goyito”, me encuentro con Ribeyro, feliz, y con pucho colgado de los labios,
viendo el andar de la gente, porque sabemos que la procesión ya dejó de ser la
efigie, sino ahora es la gente que se reúne para seguirla. Me despedí de
Ribeyro y me dirigí a la librería, en el trayecto entré a una óptica para
probarme otras monturas de lentes, pero ninguna que probaba me dejaba
satisfecho, tampoco tenía apuro, pero sabía que debía estar en la librería
antes de las 7, hora que cierra.
Conversé con José Luis lo que tenía que
conversar, finiquitamos las próximas actividades y compré un par de libros y
recogí los libros que me dejaron algunos autores. De allí me iba a buscar un
buen café, evitar la procesión y también la Teletón, que había armado un
estrado en la Plaza Mayor, pero ya que estaba cerca, y a manera de salida,
llamé a Abelardo, mi pata librero de Amazonas, al que no veo en más de un mes,
y con quien me tocaba parchar el chifa, el ritual gastronómico, nuestra
tradición de arroz chaufa y langostinos que tenemos desde hace más de 15 años.
Me dijo que sí estaba en su tienda y fui hacia allá.
Ahora Abelardo usaba un polo de Megadeth
pero con la costumbre, antes Telestereo, y hoy en día Radio Mágica, con una
seguidilla de Glenn Madeiros. Nos pusimos a conversar de lo último que ha
estado haciendo, de las ferias en las que participa, mientras que yo miraba los
buenos libros que siempre tiene, siempre bajo la atenta mirada de Wendigo, un
gato cuyo pelaje negro es tan negro como el polo de su dueño. Wendigo se me
acercaba y me maullaba, reconociéndome una y otra vez. No es para menos, las últimas
veces que iba donde Abelardo, no veía al gato negro, que seguramente estaba a
la caza de alguna gata de Barrios Altos. Había que tener cuidado con Wendigo,
no por nada tiene ese nombre, puesto que se pone manso y cariñoso para luego, y
de la nada, aprovechar una desatención y estampar en tu cara un arañazo.
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