"diario de un librero"
Días atrás comenté en este espacio la novela
de Régis de Sá Moreira, El librero,
en la que se destacaba/rescataba el espíritu idealista y romántico sobre el
oficio del librero. Pues bien, en estos días me volví a topar con una novela
que también se relacionaba con la figura del librero, pero ahora escrita desde
la otra orilla del concepto que podría tenerse sobre el mismo.
En lo personal, no hay actividad más
idónea para un literato que desempeñarse como librero, al menos como una
experiencia temporal. Por otro lado, y como ya es hora de poner en su justa
medida la relevancia que merece, la figura del librero es mucho más importante
que la presencia de los libros como tales en las librerías. Quien piense que
los libros se venden solos, y quien difunda esta idea, no es más que un mero
vendedor al que el destino le ha puesto en el rubro del libro. Además, un
librero como tal, consciente de su oficio y función, vendría a ser el crítico
literario por excelencia.
En este sentido, la novela Diario de un librero (Interzona, 2015),
del narrador argentino Luis Mey, sigue en la línea de lo expuesto en el párrafo
anterior, pero a diferencia de lo que nos cuenta De Sá Moreira, Mey canaliza su
narración en dirección a una realidad nada romántica ni idealista sobre el
oficio de ser librero, mostrándose crítico, pero esta crítica la lleva a cabo
desde el humor, es decir, en una crítica festiva, que como tal, no deja de
alimentarse del drama del narrador protagonista, como también en la interacción
de este con los otros personajes, que serían los clientes/lectores que se
acercan a él por una recomendación o para preguntarle por un título específico.
Podría pensarse que se trata de un
tópico que podría desarrollarse en los registros habituales de la narración
novelada. Si DUL exhibe virtudes
literarias como novelas llamadas a criticar y divertir, se debe a la estructura
que emplea el autor. No hay mejor registro para la desmitificación y la
transmisión de sensibilidades entre los personajes (y la verdad que por estas
páginas corren muchos personajes, algunos entrañables y otros como para
quemarlos vivos) que el registro del diario. Mey acierta estructurando a manera
de diario su novela, que suponemos va más allá de cómo la titula, lo que me
permite especular en que primero estuvo la estructura y mucho después el
título.
Mey cumple su propósito. Desmitifica el
aura idealista del librero, pero lo hace con inteligencia y humor, elementos
que hacen de DUL una novela
recomendable, que sale bien librada de sus contadas reincidencias anecdóticas.
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Publicado en El Virrey de Lima
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