lunes, noviembre 07, 2016

"diario de un librero"

Días atrás comenté en este espacio la novela de Régis de Sá Moreira, El librero, en la que se destacaba/rescataba el espíritu idealista y romántico sobre el oficio del librero. Pues bien, en estos días me volví a topar con una novela que también se relacionaba con la figura del librero, pero ahora escrita desde la otra orilla del concepto que podría tenerse sobre el mismo.
En lo personal, no hay actividad más idónea para un literato que desempeñarse como librero, al menos como una experiencia temporal. Por otro lado, y como ya es hora de poner en su justa medida la relevancia que merece, la figura del librero es mucho más importante que la presencia de los libros como tales en las librerías. Quien piense que los libros se venden solos, y quien difunda esta idea, no es más que un mero vendedor al que el destino le ha puesto en el rubro del libro. Además, un librero como tal, consciente de su oficio y función, vendría a ser el crítico literario por excelencia.
En este sentido, la novela Diario de un librero (Interzona, 2015), del narrador argentino Luis Mey, sigue en la línea de lo expuesto en el párrafo anterior, pero a diferencia de lo que nos cuenta De Sá Moreira, Mey canaliza su narración en dirección a una realidad nada romántica ni idealista sobre el oficio de ser librero, mostrándose crítico, pero esta crítica la lleva a cabo desde el humor, es decir, en una crítica festiva, que como tal, no deja de alimentarse del drama del narrador protagonista, como también en la interacción de este con los otros personajes, que serían los clientes/lectores que se acercan a él por una recomendación o para preguntarle por un título específico.
Podría pensarse que se trata de un tópico que podría desarrollarse en los registros habituales de la narración novelada. Si DUL exhibe virtudes literarias como novelas llamadas a criticar y divertir, se debe a la estructura que emplea el autor. No hay mejor registro para la desmitificación y la transmisión de sensibilidades entre los personajes (y la verdad que por estas páginas corren muchos personajes, algunos entrañables y otros como para quemarlos vivos) que el registro del diario. Mey acierta estructurando a manera de diario su novela, que suponemos va más allá de cómo la titula, lo que me permite especular en que primero estuvo la estructura y mucho después el título.
Mey cumple su propósito. Desmitifica el aura idealista del librero, pero lo hace con inteligencia y humor, elementos que hacen de DUL una novela recomendable, que sale bien librada de sus contadas reincidencias anecdóticas.

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Publicado en El Virrey de Lima

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