deuda pelotera
La industria editorial no ha sido ajena
a la fiebre mundialista. Nuestros editores no han tenido que pensar mucho para
darse cuenta de la obviedad de la ganancia económica inmediata, hasta el editor
más lerdo se puso las pilas: no se le podía escapar la tortuga. De lo que he
leído, recomiendo los siguientes títulos: Con
todo, contra todos de Yrigoyen (en cuyo proyecto colaboré con
documentación), El camino a Rusia de
Jara, Mundiales y destinos de Cuba
Luque y Benditos de Gomez y La Hoz.
Son libros escritos al galope, contra la fecha límite de los primeros partidos
amistosos de la selección. Pero no entendamos el apuro como posible
deficiencia, todo lo contrario: exudan rigor informativo y elaborado punto de
vista.
Es cierto que Jara, Gómez y La Hoz son
periodistas de profesión, pero el gran público no los asocia como escribas
peloteros, quizá los que pasamos la base tres pensemos en el primero cuando fue
director de Once. Este detalle confirma la terrorífica sospecha: la pobreza
cultural e intelectual que define al periodismo deportivo peruano, cuyos
representantes están en deuda, porque eran los llamados a escribir los libros
que ahora estamos leyendo.
En las últimas décadas no hallamos
plumas futboleras dignas de recuerdo. Uno escarba en la memoria y el pavor se
impone ante las burlas y vituperios que nuestros futbólogos solían lanzar
contra El Veco, hombre leído, culto, memorioso e inteligente. En Peredo total, que leo en estas horas,
encontramos algunos rasgos del uruguayo, a saber, la construcción de una
personalidad. Peredo no fue una luminaria de la prosa, pero escribió con
solvencia sobre fútbol peruano cuando este era un llanto nacional, he ahí la
distancia con sus colegas, pues hizo que el chancay parezca tres leches:
Popović, Chemo, Company, Charún, Kukín, Martínez, Waldir, etc.
En Caretas
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