sábado, septiembre 01, 2018

discusión


Anoche revisaba la edición facsimilar de la revista Narración, editada por la Universidad Ricardo Palma, que al igual que muchas casas de estudios, a excepción de la PUCP, tienen una pésima red de distribución, y peor aún, de promoción. Frente a mí una vista nocturna, desordenada y erótica de La Colmena.
Me puse a leer el testimonio de Miguel Gutiérrez que acompaña a la publicación, pero la lectura se vio interrumpida por una súbita discusión entre dos chibolos sentados a varias mesas de donde me encontraba. Cuando llegué al Restaurante Bolívar, este se encontraba vacío, lo que terminó por animarme a quedarme, a dejar pasar el tiempo hasta que el tráfico se ponga más amable.
Esos chibolos (no más de veinticinco, en pleno fulgor de la posería),  mozos/meseras y yo. Es decir, imposible no escuchar el tema de su discusión, que por esas cosas de la vida, también me interesaba, pero hasta cierto punto. Este par de malditos que venían en plan turismo de aventura al Centro Históricos, obnubilados ante el paso raudo de una camioneta de serenazgo, estaban enfrascados en lo siguiente: ¿cuándo se hizo el mejor rock peruano: en los años de la llamada movida subte o en las dos décadas que precedieron a esta? 
La inquietud resulta idiota por donde la mires. A menos que carezcas de sentido común y sufras de sordera, es obvio que hubo un bajón en la calidad musical rockera en los ochenta. Basta y sobra comparar a las bandas de entonces con Los Belking´s para zanjar toda discusión. Lo que sí hay que reconocer de la movida subte es que supo enhebrar no solo un discurso, sino también una actitud, que podemos ver hasta el día de hoy, sea en manifestaciones gráficas, conversatorios y ensayos/estudios sobre el contexto del rock peruano durante los años del horror.

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