silencio cómplice
Sorprende el silencio cómplice de la
llamada clase intelectual de izquierda peruana en relación a la migración
venezolana. En estas últimas horas, libre de las obligaciones laborales, me
puse a revisar los muros de sus más conspicuos personajes, que cada día, a
primera hora, segundos antes del café con leche del desayuno, nos brindan sus
infaltables dosis de moralina y condena contra los males y vejámenes que sufre
el mundo a causa del demonio del sistema neoliberal.
Claro, la reacción sería otra si toda
esta gente huyera de un sistema corrupto de derecha. Ahí sí, y sin ningún tipo
de pausa, estarían condenando y exigiendo al gobierno que abran las fronteras y
que se destinen recursos a los miles de refugiados.
Cuidado, señores de la superioridad
moral, que su actitud no sintonice con las huestes naranjas, que tanto detestan.
Hagan memoria y no la vuelvan a cagar como a fines de los ochenta, cuando
apoyaron a Fujimori, a quien ayudaron a llegar a la presidencia.
Viene pesando el factor ideológico al
momento de opinar sobre una calamitosa situación que atraviesan los
venezolanos, cuando lo que tendría que imperar es una sensibilidad por el otro, tan necesaria en estas semanas en
las que la xenofobia, alimentada de ignorancia y malcriadez, amenaza con tomar
posesión de millones de peruanos.
Contra el discurso xenófobo, los
letrados de la zurda podrían cumplir un rol determinante, hasta iluminador,
pero ya sabemos a qué factores obedecen los principios, bajo qué escenario
estos se expondrían. Pura cojudez.
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