mirada fanática
Mientras llevo a cabo un rastrillaje de
documentación en la Hemeroteca de la BNP, también aprovecho para revisar
diarios y revistas más “actuales”, tipo cosas de los setenta u ochenta.
Por ejemplo, ayer viernes, busqué El caballo rojo, el suplemento cultural
de El Diario Marka. Me concentré en
el segundo semestre de 1984, para ver cómo terminaba el gobierno de Belaunde.
Entonces, mientras recorría las páginas que me llenaban la cara de ácaros y
polvillo (se acabaron las mascarillas y guantes), di con una crítica de cine de
Christian Wiener a la última película de Brian de Palma, Scarface (1983).
Obviamente, me llamó la atención y la
leí dos veces, cosa que me aseguraba cierta objetividad. Wiener demolía la
película de De Palma, pero sus criterios valorativos obedecían a los azotes de
las espuelas ideológicas. No esperaba menos, este diario era rojazo, y más allá
de condenables excesos, en su mejor momento llegó a cumplir una labor disidente
en comparación a otros medios ligados al derechismo.
Un perla: “Las fascistonas Expreso de medianoche y Conan”.
Claro, un texto así obedecía a una
fiebre de contexto y a una actitud ciega, digamos fanática, de muchos
izquierdistas peruanos radicales de esos años. El tiempo calló a Wiener, del mismo
modo a muchos. A la fecha, Scarface
es una obra maestra más allá de los supuestos circuitos que la animaron.
La mirada ideologizada ha hecho mucho
daño a la valoración de nuestras manifestaciones artísticas contemporáneas.
Veamos, por ejemplo, lo que sucede con la producción narrativa que aborda los
años de la violencia terrorista (para quien escribe, cojudeces nominales como
violencia política tienen peso nulo por inmorales y mentirosas). Hay mucha
academia ligada a la izquierda, lo cual no me fastidia. Lo que sí, su inclinación
por el tema y el punto de vista ideológico del autor, que se anteponen a lo que
importa: la calidad literaria.
En ese sentido, me alegra mucho que mi
amigo Miguel Gutiérrez no haya sido víctima de esos dislates. Era un hombre que
amaba la lectura y esta la defendía en su sola experiencia, dejando su
convicción de izquierda en donde debía quedar. Si ese ejemplo siguieran
nuestros maravillosos académicos de la zurda (cucarachas de la inconsecuencia
en comparación a M.G.), no estaríamos echando a la basura los cilindros de sebo
de culebra que vienen con el cintillo de la superioridad moral, no se sería tan
evidente el filtro que ejecutan con narrativas escritas desde la otra ribera
ideológica.
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