apuntes: mujeres
Sintonizo con la mayoría de los
artículos de Javier Marías, como el de hoy domingo, ¿Evitar a las mujeres a toda costa?, en donde el autor español critica los niveles de intolerancia a
los que están llegando los movimientos feministas como el Mee Too.
Sobre MT, tanto sobre su sucursal local
y las extranjeras, ya he dicho en más de una ocasión lo que pienso y, en gran
medida, apoyo sus acciones, no porque me considere feminista, sino por sentido
común y principio de justicia. MT cumple lo que la justicia formal no, pero sí
debería reforzar (en discurso sustentado en pruebas y respetando la voluntad de
la mujer agraviada de consignar su identidad) algunas denuncias antes de
exponerlas.
*
Resulta innegable el radicalismo en los
movimientos feministas, la presencia de una intolerancia cotidiana que los
puede convertir en lo que más critican, sin embargo, este radicalismo podría ser
la medida extrema para que a partir de esta se llegue a un punto medio de
entendimiento.
*
Con o sin radicalismo, hay tener kilos
comprimidos de aserrín en la cabeza para negar la realidad: el constante
maltrato a la mujer, práctica natural ya institucionalizada en el imaginario y
no solo latinoamericano. Al respecto, en el pasado Hay Festival de Arequipa
conversé con la escritora colombiana Silvana Paternostro, para quien esta
violencia del hombre a la mujer viene a cuenta de la independencia económica y
sexual de esta. La mujer, al menos en estas dos últimas décadas, y en mérito a
sus esfuerzos, ya no depende del hombre. Esta emancipación horada el orgullo
masculino y suscita una violencia no solo macabra, también “teatral”.
*
En nuestro país, y enfocándonos en el
circuito cultural, vemos la presencia de hordas de payasos que dicen estar a
favor de las mujeres, mas su histrionismo moral cae en las acequias del
cuestionamiento cuando el apoyo a la mujer es condicionado por una peligrosa postura
emocional: la cercanía o lejanía con el agresor. Entonces, todo, pero
absolutamente todo, se relativiza. El agresor deviene en víctima. La víctima (mujer)
es una exagerada, una despechada que no parará hasta destruir al hombre que le
arruinó la vida. Esta práctica inmoral se dio hace unos días cuando a un editor
local se le denunció por maltrato y abuso sexual (5 testimonios, de los cuales 3
están identificados). El espanto en primera fila: el apoyo al editor, luego el
apoyo a las víctimas por parte de quienes apoyaban al editor, es decir, el
tictac sabroso del oportunismo. Este espectáculo virtual nos brindó luces de la
ética y moral de nuestros llamados artistas e intelectuales. Claro, se podrá
decir que no había nada comprobado (nombre y apellido de la víctima) y por eso “me
la jugué por el editor”, para luego jugármela por la agraviada. “Oh, cuánto lo
siento, no sabía que era un mounstro, para lo que necesites, aquí estoy”. “Mi
apoyo, hermano, que se sepa la verdad”. “Te quiero, hermana”… Ante esto, ¿cómo
los movimientos feministas de aquí no se van a exacerbar? Hay, pues, razones de
sobra para entender los reclamos, aunque uno no sintonice con sus extremos.
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