miércoles, septiembre 18, 2019

effio


A estas alturas, ya no tengo dudas: el cuento es el género literario que ha destacado este año en Perú.
Son pocos los cuentarios los que me han parecidos irregulares o mediocres. Entre los que me han gustado, no he dudado en mostrar mis preferencias y simpatías (pueden revisar en los posts anteriores). Refuerzo más esta impresión tras la lectura de Algunos cuerpos celestes (Peisa) de Augusto Effio.
Seguramente, no pocos interesados en literatura peruana ubiquen a Effio. En lo personal, no me sorprende. Esta época de redes ha traído mucha información pero también un injusto olvido de voces más que atendibles. Es tan bestia este contexto que algunos despistados creen que la literatura peruana del nuevo siglo comienza a partir de 2010.
Effio se dio a conocer en 2006, con un cuentario de buena factura, imagino inubicable a la fecha: Lecciones de origami (Matalamanga).
Hablamos de un autor ajeno a las payasadas promocionales de muchos compañeros generacionales, que abrazaron el relacionismo, la guerra sucia, el lustrabotismo, el drenatrolismo, el terrorismo de chat y toda clase de maravillas del arrastrismo. Las consecuencias son incuestionables: la mayoría acabó en las mesas de remate.
Hemos tenido que esperar trece años para leer su nuevo cuentario. Effio no se ha desesperado por “estar”, pero la espera sirvió: estamos ahora ante un autor consolidado.
Uno de los logros de Effio en su primera entrega fue la densa morfología de su prosa, que revelaba oficio, aunque ello no lo libró de ciertas caídas, tan naturales en todo libro debut. En esta ocasión, Effio nos presenta 6 cuentos signados por la exploración en la violencia interna de sus personajes, no pocos de ellos capaces de lo que sea con tal de hacer suya la oportunidad que los saque de una vez de su condición de marginales de sí mismos. En cuanto al aspecto formal, Effio rubrica su referencia como el autor peruano que en la actualidad maneja a gusto (o mejor) los tan complicados circuitos del cuento. Pensemos en el homónimo del libro, en “Berisso y el Oso Maldonado”, “Sacaojos” y en “Si juegas el domingo te incendio la casa”.
Effio lleva a cabo una presión en las zonas incómodas de sus protagonistas, porque sabe que esa es la única manera de poner en alto relieve las sensaciones de vergüenza y humillación que los identifica y que por extensión las transmite, como tiene que ser, al lector. El autor cumple con creces ese propósito aunque en contados pasajes se le pase innecesariamente la mano, resintiendo la luz de los cuentos: la verosimilitud.
Otro factor a destacar es una cualidad casi ausente en nuestra narrativa actual. Los puristas pondrán el grito en el cielo, pero no me importa, en verdad no le debe importar a todo lector que no solo busca calidad, sino también divertimento. Los cuentos de Effio no aburren, no se pierden en la exhibición imbécil de traumas, menos en soliloquios barnizados de ingenuidad. Por el contrario, sus textos fluyen, están desprovistos de solemnidad, tienen vida. (¿Desde cuándo el chancaquismo narrativo es garantía de calidad?) 
Effio es un autor a seguir.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal