sin asombro
Como ya lo he indicado en algunos posts,
esta temporada literaria peruana viene terminando con dignidad.
Es cierto que no nos hemos topado con
obras maestras, pero estas no tienen que existir para firmar un entusiasmo.
Sin embargo, así como hay libros a
considerar, están del mismo modo los que ofrecen poco, aquellos de los que
esperábamos más y que nos significaron una profunda decepción.
Imposible no tener en cuenta Cuadernos de Obrajillo (Peisa) de Luis Hernan
Castañeda, Paul Baudry y Félix Terrones.
El título promete. El cuaderno como espacio indeterminado y
metáfora total para la escritura de cualquier registro, es decir, la seguridad de
una libertad discursiva asociada, en este caso, a los periodos de mayor riqueza
expresiva de José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro.
Como idea, pues estupendo.
Imagino a Castañeda, Baudry y Terrones
rumbo al norte de Lima, dispuestos a recoger impresiones del lugar en el
estuvieron Arguedas y Ribeyro. Nos referimos a autores reconocidos por su
dominio de la prosa y por su conocimiento de la tradición literaria peruana. En
otras palabras, son voces dueñas de recursos, pero vemos que estos son
insuficientes porque lo que dinamita el proyecto es la actitud que lo construye,
el fogonazo pirotécnico que se justifica en la seguridad de la escritura.
Uno cree, y ahora sé que con ingenuidad,
que por tratarse de “cuadernos” se explotarían más las parcelas emocionales y
las dudas intelectivas, pero no, en CO
todo está en su lugar, y ya sabemos cómo se termina cuando no hay una actitud
de riesgo y no la hay por la falta de asombro.
Sin asombro no se llega a nada. No
importa si sabes o no. El asombro es la sal en este tipo de proyectos. CO es un libro olvidable.
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