martes, mayo 21, 2019

¿le creemos?


Tras años, meses, semanas y días de silencio, Augusto Rey comienza a abordar el tema de la corrupción municipal en su columna diaria de Perú 21. La semana pasada estuvo escribiendo de cualquier cosa menos de la situación en la que se hallaba la ex alcaldesa de Lima, por la que Rey es algo en la política nacional.
En los artículos de ayer y hoy, Rey saca cuerpo de la situación, obligado por la información emitida el domingo en un reportaje de un programa de investigación. El columnista está en su derecho de decir su verdad, pero la proyección de la misma deja estelas de viveza y criollada que se disfrazan de decencia. Diera la impresión que el opinólogo asumiera la realidad desde la desconexión, como si el escándalo Lava Jato fuera un suceso reciente y como si los chantajes tuviesen horas. Rey fue parte de un gobierno municipal que ha estado bajo la lupa de la investigación fiscal y esto es algo que sabe toda persona medianamente informada. Debió pues contar de esos chantajes, tal y como lo hizo su compañero de página cuando relató que las constructoras brasileñas lo quisieron “contactar” para conferencias muy bien remuneradas. 
A estas alturas, cuando vemos el desfile de cadáveres políticos que se pintaban de adalides de la moral y la ética, su “verdad” de los hechos obedece más a la estrategia tardía que a una genuina confesión. Falta calle, y honradez con uno mismo.





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