431
Anoche, o mejor dicho, hace algunas
horas, se podía escuchar desde la Plaza San Martín a distintos grupos de personas,
gritaban y no sé qué decían, pero igual, imagino que sus gritos obedecían al
contexto político actual. Ese contexto que es la metáfora de los niveles más
bajos de nuestra idiosincrasia pautada por la informalidad.
No lo pensé mucho y caminé un toque a la
plaza. Efectivamente, había varios grupos políticos, cada cual haciéndole barra
a sus respectivos intereses. Los morados, los rojos, los barnechéveres y los
salientes acuñas. Aunque también deberíamos señalar de salientes a los morados.
¿O tachados sería la palabra?
Imposible no analizar al vuelo esta
coyuntura.
Primero, la ley tiene que ser para
todos. No importa si tu salida se caracterice por la idiotez, tal y como ha
ocurrido con los morados. Llevaban ganando un partido y lo pierden en mesa porque
no ha privilegiado la bolsa de minutos de un jugador. Así de huevón e informal
resultó Guzmán. No sé de qué tanto reclaman sus seguidores, pero no habrá que
confiarse, el chato tiene gente muy influyente a su lado, en cualquier momento
podría dar la sorpresa y regresar al bolo electoral como si nada hubiera
ocurrido. De todos, modos, sus correligionarios se hacen escuchar. Los más
felices son los barnechéveres. Creo que ya lo he dicho, voy a votar por este
tío pese a que tengo la impresión de que es un patán, pero nunca me he fijado
en las cuestiones personales, al menos, me porto bien, sin confundir las cosas
(no siempre van en el mismo plato la propuesta con la cualidad personal), sin
llamarme reserva moral como sí lo es la gentita que acompaña a Mendoza, de
quien no tengo un buen concepto, y no lo tendré hasta que no muestre una
actitud firme y de principios con los presos políticos del gobierno de Maduro,
y tampoco lo tendré porque ella ha sido una de las firmantes que aprobó la
incursión de Petroperú en la amazonia peruana, incursión que nos ha traído el
desastre del que ahora somos testigos.
Más de una vez lo he dicho: si la
izquierda en el Perú fuera una izquierda normal y de valores consecuentes, yo
no tendría el más mínimo reparo en declararme de izquierda, al punto que sería
un bravo de verdad, y no como esos payasos faites zurdos que veo en las redes
sociales, para quienes la revolución termina en el cruce de Javier Prado con
Petit Thouars, que a la misma mínima muestra de solidaridad con el más
necesitado no pueden ocultar su racismo, abanderados de la decencia que
maltratan a sus subalternos… No pues, señores, de esa izquierda peruana, no
soy, así es que paso en una, y me ubico en el centro, no pendiente de las cosas
que haga mi candidato, sino sumándome a los miles de peruanos que ahora más que
antes vienen cuidando de la democracia, impidiendo que el cáncer naranja
carcoma más las cabecitas de los nuevos peruanos, esos chibolos que no vivieron
la dictadura y que en abril votarán por primera vez, esas almas tiernas ahuevadas
por el legado cultural del fujimorismo, ajá, eso: la yuca.
Prendo un Pall Mall rojo y se me acercan
dos moraditas. Las moraditas, simpáticas, exhiben la fuerza de sus años
juveniles, sus cuerpos, en especial sus culos gimnásticos, son devorados por un
grupo de Acuña Kids que tienen la misma rúbrica de su Petipán: la mirada
lasciva. Las moraditas me preguntan si puedo firmar una carta de apoyo que
presentarán en la OEA. ¿Cómo?, pregunto. A la OEA, me dice la más alta.
Les doy las gracias por haberse
acercado, pero no, señoritas, no creo en el morado, menos en la cartas. Antes
de retirarme, les advierto de los Acuña Kids, sugiriéndoles que caminen de
costado.
Sigo caminando hacia la Colmena, en
donde tomaré mi taxi. Pero antes de cruzar la pista, me pasan la voz un par de
huevones, ambos con sus inconfundibles polos de PPK.
Hey, bró, ¿tienes para compartir? ¿Un
tiro?
Dudo en responder, pero respondo: no,
mano, ya no me queda nada.
Los PPK se quitan y yo sigo mi sendero,
pensando en lo maravilloso que es este país.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal