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No pude dormir anoche, tenía que hacer
algunas gestiones en la mañana del jueves, así es que decidí que lo mejor sería
no dormir y regresar a casa cuanto antes, pero así no salieron las cosas, una
gestión me llevó a otra. Cada nuevo destino cercano cargaba su tiempo, su
ritmo, y la posibilidad de regresar a casa antes del mediodía se desvanecía de
a pocos.
De todas maneras, y no es consuelo
decirlo, me gusta redescubrir las calles del centro, realizar nuevas visitas a
espacios que no frecuentabas en no pocos meses y a los que vuelves con un ánimo
más fresco, renovado, habiéndote olvidado, o creyendo que es así, el calor que
llena tu cuerpo de puntos de sudor.
A diferencia de otros veranos, el Don
Juan no estaba repleto, imagino que lo estará en algunas horas, cuando baje el
sol, o que haya entrado en funcionamiento su servicio de envíos al centro
laboral. El verano pasado, cuando iba a esas horas, el restaurante refulgía de
comensales y movimiento. Ahora no. El movimiento es solo de los mozos y
meseras, quizá los más educados de Lima. Voy a la caja y pido un Cheesecake de
fresa que llevaré a mi mamá. Se me antoja también un jugo de piña y ocupo una
silla individual y espero a que me lo traigan.
Uso lentes oscuros para ocultar mis
ojeras, para que los demás no se den cuenta de lo rojo que están mis ojos, soy
consciente de la impresión que causo cuando estoy con las secuelas del
no-sueño, no-descanso, la gente se me queda mirando y no voy a estar explicando
que se trata del cansancio y no de efectos alucinógenos.
Me sirven el jugo de piña. En mi mochila
llevo un par de libros y un cuaderno espiralado. En otra ocasión los hubiera
sacado, pero ahora no, el dolor en las sienes y la mirada amenazada por una
gaseosa cortina blanca. Ya me veo en algunos años, sufriendo de cataratas, pero
bueno, ese no era el asunto a solucionar, debía regresar a casa, y para hacerlo
había que caminar hasta el Centro Cívico, tomar un taxi en el acto era un
suicidio, para quedarte atascado más de una hora a razón del tráfico.
1 Comentarios:
Cada vez que te leo, estás contando que no duermes o que duermes poquísimo, viejo. ¿Cómo resistes? ¿No tienes migraña? ¿Tanto se ha acostumbrado tu cuerpo a tus requiebros?
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