medida criminal
No conozco como quisiera a Germán
Coronado, el presidente en funciones de la Cámara Peruana del Libro (CPL), pero
en las pocas veces que hemos hablado me ha parecido un buen tipo y en más de
una ocasión lo he felicitado por su buena gestión al mando de la institución encargada
de promocionar la lectura en el país.
Pues bien, se vienen diciendo muchas
cosas sobre la próxima edición de la FIL. En realidad, la cantaleta de toda la
vida. Por un lado, los snobs que se quejan de la poca nombradía de los
escritores internacionales invitados (al menos, ahora se calmarán con la
llegada de Le Clézio), por otro, los mismos expositores para los que toda
gestión está hasta las patas, eso sí, siempre y cuando no pertenezcan a las
esferas de decisión de la CPL.
Sin embargo, estas son cuestiones
menores. En todas las ediciones de la FIL (y quien escribe ha participado en
más de una edición, o sea, sé de qué va el asunto), todos han ganado de acuerdo
a sus niveles de inversión. Quien diga lo contrario, miente, así de simple. Y
la razón es muy simple: la FIL es un negocio que obedece al más llano espíritu
comercial. Entonces, también es justo decirlo, salvo excepciones muy honrosas
(faros librescos en una suerte de mercado persa), la mayoría de los
participantes son comerciantes, a quienes les queda excesivamente grande llamarse
libreros.
Ahora, vengo escuchando sobre algunas
nuevas medidas que se tomarán en esta nueva edición de la FIL. En lo personal, no
me afecta ni creo que sea de gran importancia el hecho de que se vaya a cobrar
250 nuevos soles a todas las editoriales que no pertenezcan a la CPL y que
quieran presentar un libro. Esta medida solo afecta a los interesados en
aparecer en la agenda oficial. Tampoco el incremento en los alquileres de los
stands. Este par de puntos quedarán en donde tienen que quedar: en las entrañas
de la CPL.
Pero lo que sí me fastidia es el poco
tino que se ha tenido al momento de fijar el precio de las entradas para el
público. Bajo todo punto de vista, estamos ante una medida que me revela dos
cosas: por un lado, la bestialidad política de la dirigencia de la CPL. Claro,
fácil podrán argumentar que los gastos para este año se han elevado, que con
esa platita se implementarán varias mejoras en los servicios al interior del
recinto ferial, mejoras que tienen el “noble” objetivo de reforzar la comodidad
del público. Sea el argumento que planteen, queda en evidencia una triste realidad,
que por triste no se libra del señalamiento: la expuesta esencia del fenicio
cultural.
Esta medida no solo habla mal de
Coronado, sino de todas las empresas y personas naturales que componen esa
galaxia llamada CPL, como también de las instituciones oficiales y no oficiales
que desde el poder cultural apoyan esta edición de la FIL de Lima. Una medida
como esta tira por los suelos ese discursillo del que se pavonea la
institución: promover la lectura por una institución sin fines de lucro.
Por otro lado, queda de manifiesto, y una
vez más, el silencio generalizado de escritores, intelectuales, periodistas
culturales y creadores peruanos. Se trata de un silencio estratégico puesto que
ellos sí se pueden poner muy salsas con lo que es más fácil atacar, tal y como
lo vimos en las últimas elecciones, a saber. Sin embargo, caen en el mutismo
como tiernos gatitos ante su tazón de leche, y no hay que pensar mucho al
respecto: la clase letrada peruana se derrite por no quedar mal ante el poder
cultural. Y la CPL es un poder al que le dicen amén a la primera llamada, un
poder que los convierte en sujetos serviciales ya que saben que por medio del
lustrabotismo les puede chorrear un favorcito. Claro, la CPL no es el único
poder cultural en este país, la figura servicial del escritor/intelectual/periodista
cultural/creador peruano se repotencia hacia lo inimaginable con los poderes
culturales oficiales.
Tampoco me voy a prestar a la demagogia
que, motivada por una medida como esta, enciende a los que critican a la CPL.
Sin embargo, tengamos en cuenta lo siguiente, la gracia que nos ofrece esta
medida: siete soles no marcan una diferencia en los bolsillos de nadie. Gastar
siete soles no hace pobre a ninguna persona. Así es. Esa es una verdad. Pero
gastar siete soles en una entrada a una feria internacional del libro en Perú
sí es percibida como un abuso y una medida por demás pendeja por las cientos de
miles de personas que jamás han pisado una feria de libro, por las cientos de
miles de personas que teniendo dinero no leen. Y arribando a la otra orilla: gastar
siete soles en una entrada a una feria internacional del libro en Perú sí es
percibida como un abuso y una medida por demás pendeja por las miles de
personas que frecuentan las ediciones de esta feria, por las miles de personas
que ahorran para gastar lo ahorrado en precisamente libros durante los días
feriales. Ni hablar de las personas que no tienen los suficientes recursos
económicos, ni hablar ni discutir al respecto, porque, aparte de ser la
mayoría, son las que percibirán la feria como un espacio al que solo puede
ingresar una élite, una clase privilegiada que sí puede acceder al consumo
cultural. Sorprende para mal una medida como esta, pero también es un fiel
reflejo, una radiografía sin afeites de las personas que componen el llamado
poder cultural en Perú, quedando en evidencia su desconexión con la realidad
social peruana, atarantados en gestiones para ser celebradas en cámaras y
lejanos del discurso cultural que suelen predicar hasta el cansancio. Es decir,
por donde se le mire, esta medida de comerciante a lo bestia hace quedar muy
mal a toda la CPL y, de taquito, a las instituciones que apoyan esta edición de
la FIL.
Como dije líneas arriba, tengo un buen
concepto de Germán Coronado y de su gestión. Es un hombre inteligente y espero
que el criterio le permita enmendar esta medida criminal. De no ser así,
borrará con el codo lo mucho o poco que ha avanzado como cabeza de la CPL.
Espero que se dé cuenta del impacto de esta (aparente) mínima medida, de lo que
puede hacer en una página en blanco una gotita de tinta líquida si es que no la
limpias a tiempo.
…
Publicado en La conjura de los libros
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