miércoles, agosto 29, 2018

i. jacob / profilaxis


Entre las actrices y que sigo y de las que me he propuesto ver toda su filmografía, sin importar el peligro de hallarme con uno que otro bodrio en el camino: la francesa Irène Jacob.
Cada quien debe tener en mente la película con la que la conoció. En mi caso, esa película es Rojo (1994) del polaco Krzysztof Kieślowski. La vi en el cineclub del Banco de Reserva a fines de los noventa. Recuerdo bien la tarde de verano en que hice cola durante dos horas, el sol me daba en la cara, detalle que agravó mi problema de insolación, al menos me di cuenta de que el asunto cutáneo era más grave de lo que había pensado. Tenía en manos un ejemplar de Aullido de Ginsberg y repetía mentalmente, como si se tratara de un mantra, varios versos de aquel poema que asumí como un manifiesto personal.
No es una obra maestra, pero la película había conectado conmigo. A partir de entonces no dejé de verla aunque sea un par de veces por año, pero esa costumbre se quebró a mediados de la década pasada, simplemente la perdí del radar y me prometía que volvería a ella pero la ocasión no se daba. Tras una conversación en la noche de ayer, me animé a buscarla entre mis películas.
Conseguí encontrar las otras dos películas del director, Blanco y Azul, que completan su trilogía de los colores. En algún rincón, oculto, se ubicaba Rojo, pero mi paciencia había llegado a su límite. Por tal motivo, aproveché algunas horas libres de la tarde para comprarla en Polvos Azules. Se suponía que sería eso: tenerla y regresar con a casa para visionarla cuanto antes. Pero no, el tráfico me jugó la mala pasada de la hora punta. Ni el transporte público, menos el taxi, eran la solución. Entonces, regresé caminando.
Como toda película con nervio y hechizo, esta se presta a distintas interpretaciones. Pienso en la relación de paulatina dependencia entre la estudiante y modelo Valentine Dussaut (Jacob) y el juez jubilado Joseph Kern (Jean-Louis Trintignant). En apariencia, lo de Kern pinta de pasatiempo de retorcido por espiar telefónicamente a sus vecinos. Valentine pasa de la actitud moralista/condenatoria a la complicidad con ese hombre mayor, cuya acción no solo es edificante, sino también profiláctica. Me fue imposible no tener presente los audios que vienen marcando la agenda política y social del país. 
No spoiler. Ya lo sabes: tienes que verla si en caso aún no.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Si es que todavia no la has visto, te aconsejo ver "La doble vida de Verónica", otra película de Kieślowski con Irène Jacob, la cual, en este caso, representa a dos personajes diferentes.
Saludos
I.

2:59 a.m.  

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