lozanía / envejecimiento
2016 fue calificado por los críticos
como el año de la poesía.
2017 como el de las reediciones.
Y todo indica que este 2018 será el de
la no ficción.
Me centro en las publicaciones del año
pasado. Es cierto: tuvimos reediciones muy importantes, como Un único desierto de Enrique Prochazka.
No sé, ni me interesa, cuál es el
presente comercial del libro. De lo que sí estoy convencido es que su
circulación no debe descuidarse, siempre aparecerá el lector curioso, al acecho
por saber cuánta verdad hay en aquel autor al que muchos catalogan de raro y
que es dueño de un inquebrantable reconocimiento entre los letraheridos
entrenados. Desde este pequeño espacio me sumo (una vez más) a lo obviedad: UUD es un alucinógeno para la lectura y
haríamos bien en recomendarlo todas las veces que sea posible.
*
El gordo Javier me pregunta por la
reedición de Las fotografías de Frances Farmer
de Iván Thays. Entonces, ingreso a los terrenos de la duda existencial: la
franqueza o el buenagentismo. ¿Qué camino elegir? Escojo lo más sano: me
despido del gordo Javier y voy tras la butifarra y el espresso de los lunes.
No lo voy a negar: este libro fue importante
en la década del noventa. Hagamos memoria: en esa era signada por el
ahuevamiento fujimorista no teníamos lo que hoy: alternativas editoriales que
propicien la aparición de nuevas voces narrativas. El circuito editorial era
como un pueblo de tierra, adobe y paja que veía interrumpido su inutilidad ante
la huida de un cuy de un perro. En esas duras circunstancias aparece Thays y
este cuentario gozó de muy buenos comentarios, del que se destacó la fuerza
poética en textos como “Nosotros hubiéramos querido que ella fuera eterna”
(primera y segunda parte), “Los hombres al viento”, “No necesariamente rubia”,
entre otros. Cuando lo leí, mostré también el mismo ánimo. Thays
escribía/escribe bien. Pero también sabemos que la experiencia de la lectura no
se ajusta a la factura del momento, esta es sometida a escrutinio y en esta
vía nos podemos dar cuenta si un libro de ficción queda o no.
La relectura (en mi caso, en dos
ocasiones más) nos indica que LFDFF
ha envejecido muy mal. El problema no radica en una posible deficiencia de la
pericia narrativa, sino en la ausencia que potencia incluso a los textos
imperfectos: la dimensión humana. Cuando me refiero a esta dimensión, no estoy
pensando en el vitalismo barato, sino en la esencia espiritual y emocional que
sostiene todo proyecto literario. Líneas atrás mencioné a Prochazka, cuyo libro
podría exhibir más de un punto en común con el de Thays, pero en lo de
Prochazka es posible detectar una extrañeza que no solo contribuye a la arquitectura
de la prosa, también a la configuración moral de sus personajes y a las
atmósferas en las que se amparan sus cuentos, por eso es que UUD se mantiene vigente, lozano, del
mismo modo los títulos noventeros Orquídeas
del paraíso de Enrique Planas y Al
final de la calle / Ciudad de M
de Óscar Malca.
En la primera entrega de Thays todo es cartón,
plástico, papel bulky y bolsita de marciano. No hay incomodidad, ni
cuestionamiento, ni corazón, solo olvidable belleza verbal. Vacío.
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