¿la culpable?
Mañana de domingo, en la que me pongo al
corriente de algunas cosas luego de varios días en los que tuve que realizar inevitables
gestiones a razón de un familiar que falleció. Reviso mi bandeja de correo, del
mismo modo las redes, y hallo un artículo de Javier Marías y una entrevista al
noruego Karl Ove Knausgard, que suscitan algarabía en el personal.
Ambas posturas me parecen válidas, pero
sí percibo en la del primero una suerte de prejuicio del que se cuelgan, vaya
novedad, muchos autores carentes de lo que más quieren: fama inmediata. Eso es,
fama y no el legítimo reconocimiento.
Sobre estas reacciones infantiles,
barajo algunas hipótesis, como creer que son merecedores de más de lo que ya
han obtenido y que la culpa de su fracaso es de la autoficción. Este asunto de
la familla es cosa seria, no respeta
trayectoria ni sexo. El ansia por parecer
es como una droga que transporta al ahuevamiento de la realidad paralela, aquel
paraíso sicotrópico en donde lo imposible es real gracias a los esfuerzos de la
voluntad onírica. Es, pues, un choque catastrófico: creer que la vida es igual
a la que se percibe en las parcelas líquidas. El like jamás será comparable al saludo al paso de un lector que compró
y leyó tu libro, el corazón se halla
a años luz de tu celebrado título que ahora ostenta un cartelito de 40 % de
descuento luego de que has informado (mentido) que estás por acabar el tiraje,
o peor: alucinarte el indignado (buscando culpables en la mafia editorial y no
en el bostezo del lector) y cerrar el hocico al ver que tu libro publicado en
2018 ha sido puesto a mitad de precio en la feria Ricardo Palma. Esos cracks
del desastre son los que se cuelgan de la crítica a la autoficción, como si la “riqueza”
de su tradición estuviera en sus últimos representantes. Lean (más).
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