miércoles, octubre 10, 2018

que no sea un espejismo


Lo obvio, son muy pocos los que olvidarán este día miércoles 10 de octubre de 2018.
Entiendo la algarabía que suscita la prisión preliminar que el juez Richard Concepción Carhuancho dicto en contra de la líder de Fuerza Popular Keiko Fujimori. No es para menos, el fujimorismo, el de antes como el de hoy, le sigue haciendo mucho daño moral al país. Keiko se había convertido en la simbología no solo de una manera de hacer política, sino también de una actitud matonesca ante la vida. El poco crédito popular que le quedaba terminó por borrarse ante el histrionismo de su llanto, suplicando misericordia por su padre, que debía volver a prisión. Millones de peruanos asimilaron ese show como un supremo acto de conchudez, puesto que esta Fujimori es responsable de la situación de su progenitor. Olvidó, pues, que fue una de las artífices que terminaron por demostrar que el indulto de PPK había obedecido a un trato bajo la mesa.
Ver en prisión a Keiko Fujimori es un mensaje claro, una especie de manifestación onírica que anuncia lo que parecía improbable: en este país todos somos iguales ante la ley. Ojalá no estemos ante un espejismo, porque lo que necesita este país es precisamente una profilaxis de sus nefastos actores políticos, mandar la señal, en especial a los más pequeños, que todo acto pendejo, vil y delincuencial no deviene en premio. Es menester que las nuevas generaciones crezcan viendo a los delincuentes con esposas y conducidos a sus celdas. Lo que no puede hacer el discurso de la superioridad moral, lo hará la imagen. 
Me enteré de la detención gracias al aviso de una gran amiga. Sintonicé el noticiero y me encuentro con las declaraciones de la fujimorista Martha Moyano. Presté atención a su discurso, que se basaba en el respeto legal y en la actitud colaboracionista de Keiko durante las investigaciones, y claro, su coro de indignación: Keiko es víctima de una persecución política por parte de R. Concepción Carhuancho y de otros poderes oscuros que la quieren borrar políticamente. Mordía una manzana cuando presenciaba el berrinche de Moyano. Analicé al vuelo su argumentación y la comparé con la de los defensores de Ollanta Humala y Nadine Heredia, a la caza de similitudes, pero no encontré parecidos, sino copias exactas en la intención del discurso. En la defensa de lo indefendible, en pasar por alto los principios éticos y morales, Moyano, Gustavo Faverón y el senderista del inbox Chiboliné Du France son la misma huevada.

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