jueves, octubre 04, 2018

fujimori / velasco


Lo que comienza mal, termina mal, es la sentencia. No se necesita ser un experto en política para tener una noción de lo sucedido con la anulación del indulto a Fujimori.
Como era de esperar, las especulaciones brotan, desde las que señalan la treta que tiene a Keiko Fujimori como autora intelectual. Razones no faltarían, la popularidad de esta ociosa anda por los suelos. Había, pues, que despertar al fenómeno, a la masa durmiente y satisfecha que veía al patriarca descansando y sembrando legumbres en su jardín.
Fujimori regresa a la cárcel y los moralistas de las redes expresan su alegría. Fujimori tenía que regresar al lugar del que jamás debió salir, su indulto exhibió todo el tufo del negociado, del acuerdo bajo la mesa. Pero esta misma gente que celebra lo que a todas luces es un acto de justicia, celebra también los 50 años de la dictadura de Velasco.
Y es aquí en donde la nebulosa me impide entender la situación, no me deja ver más allá de la sinapsis de la inconsecuencia de principios, y no hablo de los infaltables moralistas de izquierda (senderólogos de cantina) del mundo virtual, que ahí quedan nomás, sino de gente que muestra un criterio a respetar pero que no pueden con el corazoncito, porque Velasco es lo que les queda como último bastión de autoridad moral. 
Aplauden la Revolución Peruana que dejó nefastas consecuencias económicas hasta el día de hoy, pero quedan callados ante lo que sucede en otras sociedades igual de “revolucionarias” como las de Cuba y Venezuela. Se busca la justificación del discurso, pero este no es tal sin “acción” que lo honre, a saber, no estarían dispuestos a vivir una semana en esas maravillosas sociedades. El izquierdismo actual vive del sistema neoliberal y ese privilegio no lo van a cambiar jamás, esa es la prueba mayor de que ahora estamos mejor que antes.

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